Cómo voy a olvidarla si
es todo el amor que guardan mis ojos,
cómo si me ha enseñado
en la cama más que Stiller ante la cámara,
cómo si su cuerpo se ha
tallado en la memoria de mis manos,
cómo voy a olvidar a
Marlene
si como una maestra ha
pulido las aristas de mi estilo
y afinado las cuerdas
de mis placeres,
cómo si me ha sembrado
la sonrisa entre las piernas,
cómo si cada tarde
vengo a este cuarto de Alexanderplatz,
el museo de mi amor, su
catafalco,
pero también el escenario
donde triunfó como un bello actor,
mi pobre amor de solo
diecinueve años,
aquí donde cada tarde
vengo de luto a velar mi amor por Marlene
y he orlado su cadáver
con una guirnalda de nardos negros,
cómo voy a olvidar mi
amor
si ya que he prohibido
a la patrona que toque nada
yo misma limpio el
polvo del olvido,
cómo si veo su media
que como una piel de serpiente aún yace en el suelo,
los papeles verdes de
sus caramelos de menta
y las colillas de los
mentolados en el cenicero,
en el cristal biselado
de la mesita un chicle
que como mi cuello
ostenta la señal de sus dientes
y tuvo como mi lengua la
suerte de explorar la cueva de su boca,
de empaparse en su
saliva,
cómo voy a olvidarla si
me embriaga su carnosa estela de jazmines,
la esencia que aún
embalsama este aire
igual que la de los
muertos durante años sobrevive en sus roperos,
este perfume suyo que
trae ráfagas de su encanto,
la última sombra de
Marlene que como un fantasma se desvanece
y cualquier tarde se
disolverá de este cuarto de Alexanderplatz.
Cómo voy a olvidarla si
aprendo pronto mis papeles de amante,
cómo si no aliso la
almohada ni la sábana de esta cama
que es su catafalco
para que no desaparezcan
el molde de nuestras cabezas reunidas
ni el hueco de nuestros
cuerpos enroscados,
cómo si cada tarde
vengo a velar mi joven amor muerto,
amortajado con un
sudario manchado de tristeza
y de la virginidad de
mi pobre amor traspasado por la muerte,
cómo voy a olvidarla si
espero aquí a que anochezca,
viuda de mi vida,
pero con la esperanza
de que mi amor resucite
y un portazo dé paso a
su figura que vestida de hombre
traiga el sol y el
viento de abril en Berlín,
la primavera de muerte
de esta ciudad maldita y feliz,
cómo olvidar a Marlene
si al cerrar los ojos
la veo fulgurar desnuda
como la estatua del jardín del placer
contra el ocaso de la
república de Weimar,
o ejecutar en El Ratón
Blanco, cabaret de lesbianas,
aquel tango que parecía
una danza de la muerte,
un baile nupcial que
descalabró la sala y mi cordura
en un terremoto de
pánico y pasión.
Cómo voy a olvidarla si
temo perder el dolor de recordarla
y mi amor no se devalúa
al ritmo del marco,
cómo si no quiero
desprenderme de la hiedra de sus abrazos,
si temo que muera esta
semana y nazca el día
en que zarpe el barco
de Nueva York
y entre en vigor mi
contrato con la Metro,
y expire el alquiler y
la patrona irrumpa a profanar este templo
y otra pareja usurpe
esta cama,
ojalá sean al menos
otras dos mujeres,
a ser posible
una joven ingenua y la
otra ya madre y lasciva,
cómo olvidarla si me ha
enseñado que la herida de entre las piernas
solo se cauteriza con
más fuego,
y gracias a mi voz
turbia o a que mi madre era costurera
me ha nombrado reina
del que llama su club de costura,
el serrallo de
doncellas que entre ellas se consuelan
y no permiten que
ningún hombre corrompa la flor de sus pieles,
cómo voy a olvidarla si
me ha derretido el hielo de la máscara,
si de lúbrica osadía ha
travestido mi ñoñez y mi timidez,
si me ha enseñado a
amamantar a sus serpientes,
cómo voy a olvidarla
con el alcohol ni en otros cuerpos, si no bebo
ni puedo sorprender mi
lujuria en otra cama
que no sea ésta del
cuarto de Alexanderplatz
donde cada tarde vengo
tras el rodaje de Bajo la Máscara del Placer.
Cómo voy a olvidar a mi
ama y a mi esclava,
si me ha arrebatado el
miedo
y hasta el respeto por
mí misma,
cómo olvidar a Marlene
si lo es todo,
buena y mala,
rubia y morena,
exquisita y abyecta,
cómo si ha sido mi
maestra de vicios,
la rectora de mis
desvíos y extravíos,
la que me ha
descubierto el reverso del amor,
el amor inverso,
perverso,
no sé si odiarte
Marlene, pero cómo olvidarte,
cómo olvidar a Marlene
si me ha enseñado a
mirarme al fondo de un pozo
hasta que el reflejo de
su rostro sube por el túnel para besarme,
si me ha prendado como
a los espectadores de Gösta Berling
(si ella tuviera a un
Stiller que la matara de hambre
y le llenara la boca de
alambres, se convertiría en una estrella),
cómo olvidarla si ella
sola convierte la vida en un cabaret perpetuo
y actúa en este teatro
de la muerte, la babilónica Berlín,
carnaval de cadáveres,
bacanal sin fin,
decorado de orgía que
está a punto de desplomarse
en la agonía del
orgasmo conjunto de un millón de viciosos,
cómo olvidarte Marlene,
ama de la alegría desesperada,
princesa de esta ciudad
eufórica cercada por la peste,
donde ya rechinan los
huesos del esqueleto
en que se descarnará el
bello cadáver de mi amor por ti,
que sigo velando sola
como en el entierro de una prostituta,
cómo olvidarte si me
embadurnaste la dulzura con gemidos de morfina,
madre a tus veinticuatro
de una niñita y de todos mis vicios,
si como una mala
maestra me escandalizaste la piel
y como una hermana
mayor incestuosa
bajo los aullidos de la
luna me sedujiste los huesos con tu carne,
cómo si me emplumaste
la inocencia con plumas de pavorreal
y publicaste en las plazas
que mis pezones eran como rosetones
y enorme el pétalo
único sobre los labios de mi rosa,
cómo olvidarte maldito
amor bendito.
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