sábado, 4 de octubre de 2014

CINEMA PARADISO



                 

¡¡Metro Goldwin Mayer presenta…!!
Grancaldo, una aldea de Sicilia olvidada de todos
menos por los piojos y la guerra, el hambre y la muerte,
donde el sudor de los pobres es la grasa de los ricos,
que almacenan hasta el fresco y especulan con el calor,
de donde huyeron los caballos blancos del honor
y los panes son de piedra y la leche de aire,
donde solo se sueña en la cama y en el cine Paradiso
porque para los pobres la guerra aún no ha terminado.

¡¡Un fresco histórico de dorado esplendor!!
Tiempos en que el buitre del hambre descarna a los niños
y en la escuela se enseña la simetría de la venganza
y la geometría irregular del poder,
cuando los cuervos traen la última palabra de los caídos
y en las caras con la pena encostrada como el hielo
solo brilla el resplandor del proyector del cine Paradiso,
tiempos en que la hiena de la Historia agoniza en las ruinas
porque para los vencidos la guerra aún no ha terminado.

¡¡Nunca olvidarán al villano más perverso de la Historia!!
Alfredo, el pobre operador del cine,
el hosco y bronco ángel del Paradiso,
que con gruñidos disfraza su ternura
y bajo su amarga cáscara esconde un hueso dulce,
el tejedor de ilusiones que alquila a cinco liras la bovina
y cada noche proyecta las fantasías colectivas en la pantalla,
en alguna fachada de la plaza o en el cielo si pudiera
y la Magnani y la Mangano serían estrellas verdaderas,
un cascarrabias sin hijos y de bigote triste
que pervierte a los niños con el vicio de soñar,
y logra que la ilusión se mueva con las sombras
a veinticuatro fotogramas por segundo,
porque para los románticos la guerra aún no ha terminado.

¡¡La pasión más conmovedora jamás contada!!
La de Totó, un rapaz de siete años, por el cine,
un huérfano sin padre que le compre ningún sueño,
(para los muertos la guerra aún no ha terminado)
que se hace adoptar por Alfredo en la cabina de proyección
y crece entre carretes y carteles, cámaras y fotogramas,
y a través de las fauces del león esculpido de bronce
aprende a enfocar entre la oscuridad de terciopelo
haces de luz hacedores de escenas en movimiento,
y hasta en sueños oye el zumbido del proyector
porque para los niños la guerra aún no ha terminado.

¡¡Vivirán las aventuras más vibrantes del celuloide!!
Alfredo libera a Totó de la mano de hierro de su madre,
porque se ha gastado en el cine el dinero de la compra
y el fuego de su amor por las películas ha prendido la casa
(las cintas son tan inflamables como la imaginación)
y a la salida le devuelve el dinero de la entrada.
Alfredo lo acepta de monaguillo en la cabina
donde las sombras se transubstancian en sueños,
pero lo desengaña del sacerdocio: el oficio es humo,
el cine puebla la cabeza de fantasmas
e infunde la sabiduría de las frases baratas de los guionistas,
porque para los soñadores la guerra no ha terminado.

¡¡Grandes y pequeños sentirán una emoción inusitada!!
El cine Paradiso es la única anestesia para el dolor,
pero además de evasión, reflejo o proyección mental
es una vía de tomar conciencia de la Historia,
y hasta puede convertirse en realidad,
en Neorrealismo (Fellini, Rosellini),
nivela los dramas de ficción con los reales
y mientras llora cada espectador está solo entre los otros,
solo como ante la muerte o una mujer desnuda,
por lo que deja de ser cruel y cobarde.
Como un brujo a su aprendiz
Alfredo imparte a Totó la magia de las imágenes,
le transmite el fuego sagrado de la emoción
porque para los buenos la guerra aún no ha terminado.

¡¡Asistirán a un ejemplo de pródiga generosidad!!
La de los padres de La Familia y del crimen,
los amigos del silencio y del dinero inodoro,
ávidos del agradecimiento hasta de los gatos,
la liberalidad del Padre Adelfio,
que al censurarlos y cercenarlos
evita que los besos sean más largos que la memoria,
la generosidad del alcalde, del usurero y del carabinero,
negros prestidigitadores de la verdad,
que permiten al pueblo este divertimento
porque para los cuervos la guerra aún no ha terminado.

¡¡Muy pronto en las salas de todo el mundo!!
Hasta el día en que la cabina se incendie
y con Alfredo todo el pueblo se quede ciego,
e insomnes de tristeza
las ventanas lloren, las puertas callen,
la plaza se adelgace en calle
y la televisión vacíe el Paraíso
y los cascotes del cine entierren los fantasmas de piratas y vaqueros
bajo las últimas ilusiones de Grancaldo,
y los sueños del cine sean un sueño.
¡¡Muy pronto Cinema Paradiso!!
El consuelo de este infierno.

  

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