Eddie, tú que gracias a
tu exacto, incisivo, fino arte
serás por siempre joven
como un poeta devorado por la noche,
tú que cuando en la
torre te asediaba el hambre de la soledad
como un artista maldito
supiste que tu don sería tu condena,
Eddie, de manos
brillantes en el silencio y tintineantes en la noche,
los mismos filos del
talento con que podas la forma
te tajan la cara con
besos de dolor y heridas de un labio,
los mismos cortes con
que en los perfiles afilas el sentido
te rasgan el carácter y
desgarran tus cicatrices,
Eddie, bello como la
muerte, triste como el arte, tímido como un genio,
tú que en el hielo
esculpes las siluetas de tus sueños,
y con esquirlas de fantasía
y la magia de tu tacto
aún fabricas la ilusión
de la nieve,
la danza de encendidos
copos que me hacen bailar
hasta ahora girando,
Eddie, nostalgia y alegría,
girando hasta el
vértigo del recuerdo, ardiente y fría,
más rápido, ciega, para
recordarte,
Eddie, pálido como un
lirio, con ojeras de terciopelo,
raro como un eclipse,
puro como la sangre, bueno como un muerto,
tú que eras amigo de
los niños y de los perros,
y como cualquier hombre
herías lo que más querías,
Eddie, libre como un
huérfano, alegre como un náufrago,
incomprendido como un
sabio,
tu excepcional arte es
inmortal, pero también letal,
en una girándula de
brillos que herían y curaban por igual,
tus dos abanicos de
fulgores afilados creaban y destruían,
te dañaban y consolaban,
Eddie, diestro en el
arte, siniestro en la vida,
digno de piedad y
envidia,
desgraciado como un
dios, ingenuo como un novio,
inadecuado al amor porque
tus caricias dolían,
Eddie, tu talento es tu
cadena y tus hierros tu oro, tu tesoro,
porque como un trauma
te hacen infeliz pero también especial,
sin tu desgracia serías
feliz pero también normal,
y orgulloso de poseerla
como un filósofo del escepticismo
o un centinela del
insomnio,
la acaricias como a una
perra enferma,
la cultivas como una
bella planta venenosa
y no te desprendes de
lo que más te daña,
Eddie, autodestructivo
como un eunuco o un enano,
mutilabas los flecos de
la muselina de nuestra vulgaridad,
ondulabas las rectas de
nuestro plano, obstuso, opaco suburbio,
y tuviste que volver a
encastillarte en las alturas de la soledad,
tu verdadera novia,
tu talento fue tu
crimen y tus obras tu castigo,
y mientras que en tu
torre tallas de hielo las figuras del pasado
y trasvasas al arte tus
recuerdos de nosotros,
con esquirlas de fantasía
y la magia de tu tacto
aún fabricas la ilusión
de la nieve,
la danza de encendidos
copos que me hacen bailar,
la emoción desprendida
de la nieve como del fuego la luz,
hasta ahora girando,
Eddie, nostalgia y alegría,
girando hasta el
vértigo del recuerdo, ardiente y fría,
más rápido, ciega, para
recordarte,
Eddie, joven como un
río, iluminado como un hijo,
por siempre girando en
este silencio de espejo
hasta intuir en tus
mejillas las sombras de mis labios
y los besos de tus
tijeras.
Muy bueno ;-)))
ResponderEliminarGracias por su generosa lectura Mr. Morgan.
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