sábado, 24 de noviembre de 2018

EL ABRAZO DE LA MUERTE



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Dónde estás, preguntaba al hierro del lago,
dónde estás, gritaba al viento blanco de Chicago,
dónde, en el frío de huesos de Chicago,
a mil noches y dos mil millas de distancia,
pensando en Los Ángeles, tú eras Los Ángeles,
Los Ángeles era una joven tan bella como tú,
dónde entre las sonrisas del sol de Los Ángeles al aire
y la espuma y la música y el delirio de los neones a orillas del alba,
en qué grieta del frenesí te habrías filtrado,
tú tejida de sombra más clara que ninguna,
en la cripta de qué soledad te habrías refugiado,
tú llena de luz más oscura que ninguna.
Pero yo sabía que no había tiempo que no te perteneciera,
que en el mundo no había espacio que no fuera tuyo.
                                  
Dónde estás, preguntaba a las palmeras de Los Ángeles,
dónde estás, de vuelta de la guerra de Chicago,
dónde a los tranvías, a las calles y garitos reencontrados,
dónde al silencio de los teléfonos y al vuelo de las gaviotas,
dónde a los mismos mendigos y vendedores de toda la vida,
ni ante mí lo reconocía pero había vuelto por ti,
tallada por un olvido más memorable que ninguna,
desvanecida en un recuerdo más punzante e inagotable,
dónde estás, le pregunté al Rodeo, nuestro templo,
el museo de nuestro amor y de nuestro odio,
con los besos e insultos del pasado acumulados en los rincones,
y cuando te vi bailando supe que estaba escrito,
escrito en los dados de los garitos y en la dirección de los tranvías,
escrito en el vuelo de las gaviotas y en las luces de los neones,
escrito en las maldiciones de los mendigos,
danzando pura y súbita como una llama
tus pasos estaban creando un nuevo y viejo Rodeo.

Dónde estás, le pregunto a la carretera, al miedo,
al furgón blindado que voy a robarme a mí mismo,
dónde al alcance de los cuchillos de Slim Dundee,
de las bofetadas de sus corbatas crema sobre camisas negras,
dónde has huido del odio de mi familia
y de la rabia ciega del teniente Pete Ramírez,
mejor no buscarte, más remota que ninguna,
mejor no perseguirte, más fría y sola y muda que ninguna,
solo podré tenerte en las formas vacías y huecas
(la traición, la huida, el robo, el asesinato)
que la desesperación, el ansia por ti,
te atribuyen, amor, bella y joven muerte.










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