Descubrí el cine clásico mexicano
casi por casualidad. Tenía bastantes prejuicios sobre la cinematografía
mexicana debido a que de niño acabé saturado de películas de Cantinflas que
todos los fines de semana programaban en sobremesa. Un día por casualidad y
estando aburrido en casa sin nada que llevarme a los ojos descubrí una película
cuyo título me resultaba llamativo, Víctimas del pecado, de un director cuyo
nombre no me era desconocido, nada menos
que uno de los actores de raza y fuerza que actuaba en una de mis películas
favoritas de siempre, Quiero la Cabeza
de Alfredo García, Emilio “El Indio”
Fernández.
La curiosidad me llevó a dar al
play en mi reproductor de DVD y para mi sorpresa la película me hipnotizó y
cautivó. Se trataba de una obra peculiar, con un huracán de mujer cubana llamada
Ninón Sevilla, una visión romántica de
los cabaret mexicanos y con una
fotografía y números musicales maestros e hipnóticos que regalaban a la
historia imágenes de pura raza
y de un salvajismo intenso, para nada habitual en las películas de
principios de los años cincuenta.
Este hallazgo me hizo indagar
acerca del cine de Emilio Fernández en particular y del cine clásico mexicano
en general. Es mi investigación descubrí un material con una alta potencia adictiva
en la que tus ojos acaban pidiendo que le procures mercancía al menos una vez
al mes para calmar su vicio y en la que la escasez de películas disponibles
obligaba a buscar camellos alternativos a Emilio “El Indio” Fernández, surgiendo
nombres como Roberto Gavaldón, Ismael Rodríguez, Fernando de Fuentes, Alejandro
Galindo, Julio Bracho y Alberto Gout.
Emilio Fernández es, en mi
opinión, el gran director de la época de oro del cine mexicano. Su cine de
corte nacionalista y fuerte apego a la tierra con un profundo amor a México su
tierra y cielos y a las tradiciones del pueblo mexicano en parte debido a la
influencia de su padre, un coronel de la Revolución Mexicana. Emilio participó
igualmente en un levantamiento revolucionario que fracasó lo que le llevó a la
cárcel. Huído de su reclusión emigró a EEUU donde empezó su carrera en el mundo
del cine como extra llegando a conocer a Sergei Eisenstein, cineasta que le
marcaría profundamente en su forma de hacer cine.
De regreso a México inició su
carrera como director y con la colaboración del gran fotógrafo Gabriel Figueroa
logró crear un universo propio, de cine
de autor, caracterizado por una enorme
fuerza paisajística en la que sus personajes se lanzan a la pasión sin ningún
tipo de maquillaje ni barrera. Sus películas contarán con un característico
tono de exaltación a lo mexicano que tanto hechiza al espectador europeo y con
un universo femenino fascinante obsequiando sus mejores papeles a las divas del
cine mexicano de la época María Félix y Dolores Del Río.
La Perla para mí es la obra
cumbre de Emilio “El Indio” Fernández. De una belleza fotográfica incomparable,
los fotogramas se convierten en obras de arte en movimiento que se desplazan a
través de nuestra pantalla. Obra muy influenciada por el cine de Sergei
Eisenstein, cuenta entre sus protagonistas a dos de los actores clásicos de la época de oro Pedro Armendáriz y a la
bellísima María Elena Marqués adaptando a la pantalla la novela corta de John
Steinbeck de mismo título.
Le película comenzará
mostrándonos una bella imagen de una playa mexicana con unas olas rompiendo
salvajemente en la playa y una figuras de mujer envueltas en un manto, cual
vírgenes rogando para que finalice el romper brutal del mar para que sus
maridos puedan ir a trabajar y ganarse
el sustento que tanto necesitan.
Acto seguido se nos presenta a la
pareja de pescadores indios protagonista, Quino y Juana, que viven en condiciones míseras junto con su
pequeño hijo. Quino vivirá obsesionado con la idea de encontrar una perla de
gran calidad que ayude a sacar de la pobreza a su familia. Pero mientras habla
con Juana de su sueño un alacrán picará a su hijo recién nacido. Asustados por
el acontecimiento acudirán con urgencia a la consulta del médico del pueblo, un
extranjero inhumano, codicioso, trastornado por la belleza de las perlas
y borracho que trata a clientes más que a pacientes. Conocedor del
estado de pobreza de la pareja se negará a asistir al pequeño a menos que le
ofrezcan el dinero que necesita para saciar su alma perturbada.
Desesperado por la falta de
asistencia a su hijo, Quino saldrá a
pescar en búsqueda de una captura que le proporcione el dinero necesario para
que su bebé sea atendido por el médico. La escena de la pesca y buceo está filmada con gran realismo y belleza y es
muy similar a la escena de pesca de atún que rodase unos años después Roberto
Rossellini en Stromboli con el añadido de unos preciosos planos de las
misteriosas nubes mexicanas fotografiadas al estilo del cine soviético con la
mano maestra de Gabriel Figueroa. Quino se sumergirá en la mar con
desesperación y encontrará una preciosa perla de incalculable valor.
La posesión de tan preciada joya
producirá un cambio radical en el trato de la gente del pueblo hacia la pareja
y en la forma de ser de Quino. La
indiferencia y desprecio se convertirán en lisonjas y zalamerías y la humildad,
solidaridad y dignidad de la pareja se transformará en egoísmo y desconfianza.
Emilio Fernández fotografiará en la escena siguiente a la localización de la
perla una espectacular secuencia musical
en la que se manifiesta la esencia de la festividad y alegría mexicana con unos
mariachis que anuncian el futuro que espera a Quino y Juana cuando cantan :
“Las perlas te dan riqueza, dicen que
también pesar, son lágrimas de tristeza
que vienen también del mar..”, secuencia muy del estilo a las escenas de
bailes del cine de John Ford.
La perla nos hará libres, afirmará Quino, pero nada más lejos de la realidad puesto que
la captura de la perla solo traerá sospechas, engaños y malicia a la vida de la
pareja. Acudirán a vender la perla a un usurero y estafador tasador, hermano
del indecente médico del pueblo, que tratará de mentir a Quino acerca del valor
real de la perla, haciéndole creer que en lugar de una perla de gran valor lo
que tiene es oropel. Quino no se dejará
engañar y no le venderá la perla al usurero.
Harta de los problemas que les
trajo la perla, Juana pedirá a Quino deshacerse de la perla para acabar con la
muerte y soledad que parecen acompañar a la piedra preciosa pero Quino
obsesionado con el deseo de riqueza no hará caso y matará en la playa a unos
ladrones que intentan robarle la perla. La escena de la lucha a navaja en pleno
mar es una de las cumbres de la fotografía del cine mundial y cuenta con la
icónica imagen de María Elena Marques mirando al horizonte con cara
descompuesta, fotograma símbolo del cine de oro mexicano.
Quino, convertido en asesino,
huirá con su familia a través del desierto en una persecución en la que la
familia no solo luchará por su
supervivencia, sino por la recuperación de su identidad y dignidad.
La Perla es un auténtico poema
visual en el que Emilio Fernández consigue transformar en imágenes el cuento
moral de John Steinbeck, haciendo un canto a la humildad frente a los falsos
ídolos que son la riqueza, la envidia y
la avaricia desmedida, un testimonio de la dignidad de los pobres frente a la inhumanidad
de los ricos y usureros, un himno a la humanidad desde la más profunda de las
miserias y una crítica a la injusticia y al carácter interesado y egoísta del
ser humano. Un retrato que no ha perdido un ápice de verdad y que refleja a la
perfección la condición de la que estamos hechos los seres humanos.
Obra de madurez de Emilio
Fernández, sus inspirados planos rodados en exterior, sus interpretaciones
contenidas con alto grado de reflexión y su puesta en escena contemplativa pero
a la vez llena de dinamismo hacen de La
Perla una de las cimas no sólo del cine Mexicano, sino del cine mundial. Si no
han visto la película ni leído el libro, están ante la oportunidad de descubrir
un relato que está arraigado en lo más profundo del alma humana.
Autor: Rubén Redondo
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