sábado, 30 de marzo de 2013

LA PERLA


                   


Descubrí el cine clásico mexicano casi por casualidad. Tenía bastantes prejuicios sobre la cinematografía mexicana debido a que de niño acabé saturado de películas de Cantinflas que todos los fines de semana programaban en sobremesa. Un día por casualidad y estando aburrido en casa sin nada que llevarme a los ojos descubrí una película cuyo título me resultaba llamativo, Víctimas del pecado, de un director cuyo nombre no me era desconocido,  nada menos que uno de los actores de raza y fuerza que actuaba en una de mis películas favoritas de siempre,  Quiero la Cabeza de Alfredo García,  Emilio “El Indio” Fernández.

La curiosidad me llevó a dar al play en mi reproductor de DVD y para mi sorpresa la película me hipnotizó y cautivó. Se trataba de una obra peculiar, con un huracán de mujer cubana llamada Ninón Sevilla, una visión  romántica de los cabaret mexicanos y con  una fotografía y números musicales maestros e hipnóticos que regalaban a la historia  imágenes de   pura raza  y de un salvajismo intenso, para nada habitual en las películas de principios de los años cincuenta.

Este hallazgo me hizo indagar acerca del cine de Emilio Fernández en particular y del cine clásico mexicano en general. Es mi investigación descubrí un material con una alta potencia adictiva en la que tus ojos acaban pidiendo que le procures mercancía al menos una vez al mes para calmar su vicio y en la que la escasez de películas disponibles obligaba a buscar camellos alternativos a Emilio “El Indio” Fernández, surgiendo nombres como Roberto Gavaldón, Ismael Rodríguez, Fernando de Fuentes, Alejandro Galindo, Julio Bracho  y Alberto Gout.

Emilio Fernández es, en mi opinión, el gran director de la época de oro del cine mexicano. Su cine de corte nacionalista y fuerte apego a la tierra con un profundo amor a México su tierra y cielos y a las tradiciones del pueblo mexicano en parte debido a la influencia de su padre, un coronel de la Revolución Mexicana. Emilio participó igualmente en un levantamiento revolucionario que fracasó lo que le llevó a la cárcel. Huído de su reclusión emigró a EEUU donde empezó su carrera en el mundo del cine como extra llegando a conocer a Sergei Eisenstein, cineasta que le marcaría profundamente en su forma de hacer cine.

De regreso a México inició su carrera como director y con la colaboración del gran fotógrafo Gabriel Figueroa logró crear un universo propio,  de cine de autor,  caracterizado por una enorme fuerza paisajística en la que sus personajes se lanzan a la pasión sin ningún tipo de maquillaje ni barrera. Sus películas contarán con un característico tono de exaltación a lo mexicano que tanto hechiza al espectador europeo y con un universo femenino fascinante obsequiando sus mejores papeles a las divas del cine mexicano de la época María Félix y Dolores Del Río.

La Perla para mí es la obra cumbre de Emilio “El Indio” Fernández. De una belleza fotográfica incomparable, los fotogramas se convierten en obras de arte en movimiento que se desplazan a través de nuestra pantalla. Obra muy influenciada por el cine de Sergei Eisenstein, cuenta entre sus protagonistas a dos  de los actores clásicos de  la época de oro Pedro Armendáriz y a la bellísima María Elena Marqués adaptando a la pantalla la novela corta de John Steinbeck de mismo título.

                 

Le película comenzará mostrándonos una bella imagen de una playa mexicana con unas olas rompiendo salvajemente en la playa y una figuras de mujer envueltas en un manto, cual vírgenes rogando para que finalice el romper brutal del mar para que sus maridos puedan ir a trabajar y  ganarse el sustento que tanto necesitan.

Acto seguido se nos presenta a la pareja de pescadores indios protagonista, Quino y Juana,  que viven en condiciones míseras junto con su pequeño hijo. Quino vivirá obsesionado con la idea de encontrar una perla de gran calidad que ayude a sacar de la pobreza a su familia. Pero mientras habla con Juana de su sueño un alacrán picará a su hijo recién nacido. Asustados por el acontecimiento acudirán con urgencia a la consulta del médico del pueblo, un extranjero inhumano, codicioso, trastornado por la belleza  de las perlas  y borracho que trata a clientes más que a pacientes. Conocedor del estado de pobreza de la pareja se negará a asistir al pequeño a menos que le ofrezcan el dinero que necesita para saciar su alma perturbada.

Desesperado por la falta de asistencia a su hijo,  Quino saldrá a pescar en búsqueda de una captura que le proporcione el dinero necesario para que su bebé sea atendido por el médico. La escena de la pesca y buceo  está filmada con gran realismo y belleza y es muy similar a la escena de pesca de atún que rodase unos años después Roberto Rossellini en Stromboli con el añadido de unos preciosos planos de las misteriosas nubes mexicanas fotografiadas al estilo del cine soviético con la mano maestra de Gabriel Figueroa. Quino se sumergirá en la mar con desesperación y encontrará una preciosa perla de incalculable valor.

La posesión de tan preciada joya producirá un cambio radical en el trato de la gente del pueblo hacia la pareja y en  la forma de ser de Quino. La indiferencia y desprecio se convertirán en lisonjas y zalamerías y la humildad, solidaridad y dignidad de la pareja se transformará en egoísmo y desconfianza.

Emilio Fernández fotografiará  en la escena siguiente a la localización de la perla una espectacular secuencia  musical en la que se manifiesta la esencia de la festividad y alegría mexicana con unos mariachis que anuncian el futuro que espera a Quino y Juana cuando cantan : “Las perlas te dan riqueza, dicen que  también pesar, son lágrimas de tristeza  que vienen también del mar..”, secuencia muy del estilo a las escenas de bailes del cine de  John Ford.

La perla nos hará libres, afirmará  Quino,  pero nada más lejos de la realidad puesto que la captura de la perla solo traerá sospechas, engaños y malicia a la vida de la pareja. Acudirán a vender la perla a un usurero y estafador tasador, hermano del indecente  médico del pueblo, que  tratará de mentir a Quino acerca del valor real de la perla, haciéndole creer que en lugar de una perla de gran valor lo que tiene es oropel.  Quino no se dejará engañar y no le venderá la perla al usurero.

Harta de los problemas que les trajo la perla, Juana pedirá a Quino deshacerse de la perla para acabar con la muerte y soledad que parecen acompañar a la piedra preciosa pero Quino obsesionado con el deseo de riqueza no hará caso y matará en la playa a unos ladrones que intentan robarle la perla. La escena de la lucha a navaja en pleno mar es una de las cumbres de la fotografía del cine mundial y cuenta con la icónica imagen de María Elena Marques mirando al horizonte con cara descompuesta, fotograma símbolo del cine de oro mexicano.

Quino, convertido en asesino, huirá con su familia a través del desierto en una persecución en la que la familia  no solo luchará por su supervivencia, sino por la recuperación de su identidad y dignidad.

La Perla es un auténtico poema visual en el que Emilio Fernández consigue transformar en imágenes el cuento moral de John Steinbeck, haciendo un canto a la humildad frente a los falsos ídolos que son la riqueza, la envidia  y la avaricia desmedida, un testimonio de  la dignidad de los pobres frente a la inhumanidad de los ricos y usureros,  un himno  a la humanidad desde la más profunda de las miserias y una crítica a la injusticia y al carácter interesado y egoísta del ser humano. Un retrato que no ha perdido un ápice de verdad y que refleja a la perfección la condición de la que estamos hechos los seres humanos.

Obra de madurez de Emilio Fernández, sus inspirados planos rodados en exterior, sus interpretaciones contenidas con alto grado de reflexión y su puesta en escena contemplativa pero a la vez llena de dinamismo  hacen de La Perla una de las cimas no sólo del cine Mexicano, sino del cine mundial. Si no han visto la película ni leído el libro, están ante la oportunidad de descubrir un relato que está arraigado en lo más profundo del alma humana.


Autor: Rubén Redondo

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