-Pues
sí, para ligar, junto con el naturismo, no hay nada como las nuevas
tecnologías, y no paramos de chatear, amigo Felipe… En serio, ¿quiénes son las
afortunadas? O más bien el afortunado, me ha parecido. ¿Tenemos fotos?
Más
que empalagosas, interrumpiendo mi mail a Kafka, las palabras de Salus en su
cibercafé parecen lubricadas, lúbricas, o más bien grasientas, untadas de
mantequilla ya derretida; luce el hocico salpicado de una miríada de
relucientes gotas como si acabara de devorar un muslo de pollo asado o un
costillar de cerdo habiéndose deleitado con un chupeteo hasta el último
cartílago.
-¿Sabes,
Felipe? Yo contacto con la gente de Internet con la excusa de la vida sana y
tal.
-Me
imagino que por aquí, en el pueblo, solo habrá gente mayor.
-Habría
que explotar eso. Yo haría una compañía de promoción de turismo rural entre los
gerontófilos… En serio, ese amigo que tenemos es alemán, ¿no? ¿Vive por aquí
cerca?
-¿Quién?
-Franz.
-No,
es checo. Vive en Praga.
-Invítalo
a venir, en el secadero tenemos sitio de sobra. Esto le encantaría. ¿Cómo lo
conociste? ¿A qué se dedica? ¿Cómo es?
-La
verdad es que sí que le encantan los paseos por el campo. Pero no sé… es un
joven tímido y solitario. Va de la oficina a casa y de casa a la oficina. No le
gusta su trabajo y está bastante amargado.
-Hay
un caso más grave, tener como yo el trabajo en casa… ¿Y a qué nos dedicamos? No
creo que vivamos de la pintura, ¿no? ¿Qué vamos a hacer cuando volvamos a casa?
¿O nos vamos a quedar aquí toda la vida? ¿Necesitamos ayuda? –A su siguiente
paso me deslizo tan atrás que desplazando la otra silla me encuentro ante el
siguiente ordenador.
-Ya
veremos. Vivo al día. Ni siquiera sé lo que voy a cenar. A propósito, he visto
que sirves tapas.
-Somos
el único cibercafé del mundo que lo hace. ¿Nos apetecen unos caracoles?
-Gracias,
no me gustan –se retira dos pasos y recobro mi puesto. Observo los percudidos
intersticios entre las teclas, idénticos a dientes con sarro o retículas de
uñas sucias-… Oye, ¿y el material no se mancha?
-¿Qué
importa? Con la comida incorporamos el mundo
de los sentidos al espacio virtual… En serio, yo probaría los caracoles –paso
adelante-, mucha gente tiene prejuicios, les da asco y tal, pero después de
probar el bichito ya no quieren comer otra cosa. Y es un producto natural.
-La
verdad, no vale la pena intentarlo; no necesito tirarme de un séptimo para
saber que no me mola –paso atrás.
-En
el prado hay mogollón de caracoles, cerca de los secaderos, ya sabes. Cualquier
día me verás por allí con una bolsa.
Navego
por las noticias de un periódico digital para que me permita terminar el mail a
Kafka. Una noticia demuestra estadísticamente que con la crisis ha aumentado el
número de mujeres que se dedica a la prostitución.
-Son
hermafroditas, ¿no? ¿Podemos mirarlo en Internet?
-¿Quiénes?
-Los
caracoles. Para que luego digan que el asunto no es natural.
-Oye,
has contratado a un cañón para el minimercado.
-Está
muy bien, para quien le guste ese tipo de belleza. Se llama Candy, aunque no
hace honor a su nombre, al menos conmigo. Espero que pronto empiece a rendir a
tope, que es lo que interesa.
-Dile
que venga y la invito a una ración de caracoles.
-Te
costaría más que eso… Quizá a cambio del número de Franz… En las vacaciones me
voy a Praga.
-Imposible:
Franz odia los teléfonos. No me lo imagino llevando uno por nada del mundo.
Sería un regalo de su padre o de su novia. Y aunque el pobre no hace nada malo
no le gusta que lo controlen.
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