lunes, 10 de agosto de 2015

LA NOCHE DE LA IGUANA


                    Resultado de imagen de the night of the iguana richard burton               

Hermanos, tras dos años al fuego ciego de una borrachera de miedo,
vuelvo a dirigirme a vosotros desde el púlpito de mi fe,
viajen por los mundos de Dios guiados por un predicador,
rezaba el folleto de Blakes Tours con la convicción de mis rezos,
pero resultó un paseo por la locura, el pecado y la muerte,
paisajes idílicos, hoteles de lujo, playas de ensueño,
visiones de infierno, lujuria de piojos, resacas como un pozo,
el castigo a mi concupiscencia de fornicador, a mi insolencia,
cuando después de adiestrar al salvaje gato de una catequista,
aquí mismo escandalicé a vuestros justos rostros,
provoqué la acusación de vuestros índices, el prejuicio de los ojos,
ofendí vuestras altas dignidades, denigré vuestros ideales,
y como a fariseos os expulsé de estas huecas bóvedas,
y queriendo derribar vuestros sepulcros blanqueados
yo mismo me derramé como una casa en un terremoto,
como una rosa al viento o en una barra el vaso de un borracho,
y en aquel sermón sonó la música de mi destrucción,
desde esta altura cayó la primera piedra de mi ruina,
y sin muros, tumba sin lápida, mi espíritu perdió su gobierno,
Old Man River pulsaba la pianola de mi primer prostíbulo,
en mi ordenación una fuga de Bach atacó el organista,
después del amor Las Hojas Muertas tarareaba la catequista,
y la mañana en que oficiaría hasta ahora mi última ceremonia
Old Man River entonó el sacristán,
en el pórtico el mendigo cantaba Las Hojas Muertas
y una fuga de Bach el órgano alentaba,
justo antes del sermón sonaron las tres músicas de mi destrucción,
no soporté que en un minuto se enhebraran los estribillos de veinte años,
encontrar seguidas mis memorias perdidas fue mi ruina,
y mi razón estalló en los añicos que pronto empecé a pisar descalzo
para purgar mis pecados.
Cambié las aromáticas sombras del templo por el mal olor, el cruel sol,
el cáliz por la botella, la virtud por el alcohol,
la abstinencia por el síndrome de abstinencia,
el cuerpo de Cristo por la carne de iguana,
el frescor del alba por los sudores de los despertares,
conozcan el mágico México con un guía místico, un pastor,
la selva virgen, los bailes típicos, la cultura maya, el Templo del Sol,
las diarreas, las ladillas, los murciélagos en la cantina, el calor,
un guía que descarriará a sus esposas y corromperá a sus hijos,
pervertirá los caminos y engordará los precios,
y el miedo se convirtió en mi mejor amigo,
un ciego viejo de camisa blanca al que cruzaba y se quedaba conmigo,
el miedo y el horror, un mendigo tullido que maldecía a todo el mundo,
el miedo y el horror y la agonía, otra amiga mía, fea y propensa a la alegría,     
mi consuelo era calarme el alzacuello
y borracho murmurar el rosario, celebrar un oficio solitario,
un simulacro de mi sagrado ministerio
como lo es del amor el vicio solitario,
hermanos, vuelvo a temblar aquí en el púlpito
al recordar el via crucis de mi último itinerario:
la lujuria rebelde de aquella Lolita como una avispa en Tierra Caliente,
la hiel y el vinagre de Mrs. Fellowes infectándome las llagas,
aquella plaga de ancianas desentonando Happy Days
(el órgano ahora parodia la canción de las carcamales,
acompañado por las maracas de aquellos dos sementales,
la música que todo me lo recuerda es mi estigma, mi mala conciencia),
el flagelo del despido por acusación de estupro,
la corona de espinas de la bebida,
y la llegada al Gólgota del hotel de Maxine, viuda alegre, mi Magdalena,
situado en la cima de una colina y de la selva de mi locura,
donde al cuidado de sus manos (una triste y alegre la otra) 
y de Hannah, la pintora peregrina que parece una monja
y acompaña a su abuelo, el poeta más viejo de la historia,
celebro, espectrales hermanos, esta misa solitaria,
maniatado en una hamaca al delirio de la luna,
y forcejeo y me sacudo y me debato en este púlpito imaginario,
el único ámbito en que recupero mis hábitos y puedo volver a expulsaros,
engreídos, creídos, hipócritas, fisgones,
más que feligreses, espectadores,
que a espaldas del verdadero Dios
sedientos de sangre habéis venido a celebrar mis pecados.
                   
  
                                

2 comentarios:

  1. Por la época, todo se insinuaba, pero la escena de Ava bailando en la playa con los dos negros, insinuaba mucho más.

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  2. Así es, además el contexto lo hace evidente: se van con ellos enfadada con el personaje de R. Burton.

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