lunes, 24 de agosto de 2015

HERRMANN Y HITCHCOCK: LA RUPTURA



                                


                  

Hitch, circunspecto sádico, cínico puritano,
amigo de las rubias, palomas de platino que comen de tu mano,
te habré colgado el teléfono,
pero tú me has dejado el respeto colgado de un gancho oxidado,
y aún me debato, el orgullo ahorcado en una clave de fa,
caótico, amargo, averiado, desmadejado
en este apartamento que parece una cripta desde que Lucy lo ha dejado,
oyendo la resaca del éxito jadear como una perra en la playa de esta mala ciudad,
me has dejado colgado del último clavo de mi dignidad
cuando ante los músicos como de un hermano has renegado de mi batuta,
Hitch, con mi edad se desmorona la arena de esta noche
sobre los bungalows descapotables, los Cadillacs de tejas árabes,
y mi depresión ya es una borrasca que con forma de tiburón
a dentelladas encalla en la bahía donde traía la destrucción.
Te maldigo: no volverás a triunfar porque ahora adoras a la Universal,
cortejas a las taquilleras para que con el amor prolifere la recaudación,
invitas a los ejecutivos a cenar sopa de cifras, firmas con tinta de calamar,
pero fracasarás porque ahora crees que Psicosis y Vértigo no triunfaron,
¿para esto hice de los violines de la ducha agudos puñales
que a gritos de gaviota desgarraran la piel de todos los horrores?
¿Para esto me convertí en el Wagner de Tristán
y como en sueños hallé una música para tu fantasía más íntima, tu ideal?
Hitch, como una rubia fatal la noche de Los Ángeles se burla de mi soledad,
ya no tengo película, sufro, digo Lucy pero no está,
por tu culpa me siento como el Gromek de la maldita Cortina Rasgada,
exiliado de un país enemigo y amado,
la depresión se acerca con la borrasca que hará hojarasca de la ilusión,
mi tristeza es un asesino a sueldo travestido de rubia angelical
y solo me queda mi música como defensa, entretenerlo con un vals atonal,
Hitch, me acuerdo cuando Alma y tú nos invitabais a Palm Beach,
y las palmeras aplaudían y el sol cantaba y las piscinas reían,
y Lucy reía al sol, su silueta era una palmera, la princesa de las piscinas,
y tú y yo hablábamos en la cocina,
y yo escuchaba al oráculo del cine,
y en el aire hasta tus palabras se movían como imágenes,
y tus gestos guardaban el ritmo del montaje,
y decías que al plano del inocente seguiría el contraplano del culpable,
y que el público debía saber más que el personaje, tu teoría del suspense,
y asegurabas que con variaciones harías cien veces la misma película
como según Stravinsky Vivaldi compuso cien veces el mismo concierto,
y supe que solo yo pondría notas a tu complejo de culpabilidad,
a los sarmientos de tus pensamientos, al caos de tu personalidad,
que solo yo ordenaría tus pasiones, tu tiempo oscuro, tus obsesiones
en el ritmo de tren nocturno que debía ser la música de tus imágenes,
que solo mi tristeza y mis depresiones, borrascas de bajas presiones,
lograrían las escalas por donde a categoría de arte ascenderían tus perversiones,
que nadie como yo musicalizaría el miedo, la zozobra, el horror,
que tú y yo inventaríamos una suerte de cine sinfónico,
pero también sabía que éramos demasiado parecidos,
líricos y destructivos, románticos y depresivos,
un látigo tú sobre tus técnicos y para mis músicos yo un martillo,
un cielo con ceño tú y yo el relámpago ciego,
y que algún día nos repeleríamos como dos cargas del mismo signo,
lo que no sospechaba era que la grieta
por donde se derramaría la amistad sería tu envidia paranoica,
que me niega tus éxitos y me achaca los fracasos,
ni que como un cadáver te dejarías llevar por las olas de banalidad
que han empezado a estallar a orillas de esta mala ciudad,
ni que con fervor de renegado adorarías el becerro del oro, el pop,
suena el teléfono pero no te voy a responder, Hitch, porque eres  kirsch
y como a una mujer ajena respeto tu antiguo arte más que tú,
ya divorciado del cine verdadero,
como yo me he divorciado de Lucy mi amor,
y ni siquiera has respetado mi dolor
y hoy me has interceptado la batuta en el estudio de grabación,
y aquí me tienes en esta habitación final maldiciéndote
a ti y a la noche y a Los Ángeles, ciudad que me recuerda a una rubia sifilítica,
tu desprecio y mi soledad hacen el amor en mis sábanas de lágrimas,
que convertiré en las corcheas de un tema desesperado,
Hitch, macabro mago de la traición,
ya no eres el hombre que sabía demasiado,
tienes el fracaso en los talones,
¿para esto logré que como una bandada de pájaros sueltos en un auditorio
la música fuera otro personaje, suspense y emoción en el Albert Hall?
¿Para esto hice que como una amenaza, el humo o la fumigación de un avión
en un páramo se extendiera el silencio, a la espera de un autobús?
Hitch, me acusan de azotar el aire con el rigor de mis desaires,
de tener un carácter tan negro como mis tiempos sinfónicos,
pero si como a una menor –rubia- has corrompido tu amor –al cine-
no seré yo quien componga la música nupcial de tu boda con las finanzas,
prefiero quedarme solo y amargo, café con dos lágrimas, en esta cripta,
viendo cómo esta ciudad se vende al éxito como una rubia fatal
que siempre quiere más dinero,
Hitch, huero cuero de tripas, la verdad, Falstaff serio, te quiero,
esta noche soy un músico triste que como alguno de tus personajes
como último recurso se agarra a su arte,
aún espero que solo me hayas estirado la cuerda de la desesperación
para que el dolor me inspire las voz de crisantemo de una canción,
el réquiem de Gromek y no del cine sinfónico.

                
            

2 comentarios:

  1. Normalmente soy muy quisquillosa con quienes, llamándose poétas, empapelan bibliotecas y recitales con composiciones vanidosas, agónicas, vacías. Sin embargo las tuyas suenan sinceras. ¡Gracias! Hacía tiempo que no me emocionaba tanto leyendo algo tan poético. Me encantan las imágenes que has hecho florecer en mi mente.

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  2. Gracias a ti por tan generosa lectura. Kurosawa decía que valía la pena cualquier obra de arte nacida de un sentimiento sincero.

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