-¿Cómo
has pasado estos días, Juanjo?
-Bastante
bien, el cambio de medicación ha sido un éxito.
-¿Ya
no sientes que te vigilan todo el tiempo?
-Sí,
pero estoy acostumbrado y no me genera ninguna tensión.
Los
ojos atentos del doctor García observaron mi pierna derecha, que apoyada sobre
la izquierda se movía espasmódicamente, como con vida propia.
-¿Y
la obsesión?
Bastante
controlada. Está ahí, sigo pensando en esa chica, pero los pensamientos se
mantienen lejanos y no me afectan tanto.
-Vamos
a seguir con la misma pauta de medicación –impertérrito, no había movido ni un
músculo de la cara, de rasgos pétreos. Su inexpresividad de cara enjuta y
mirada vacía conjugaba con la sobria y austera consulta, amplia y con un enorme
ventanal que iluminaba la zona de terapia, con dos sillones de cuero beis y el
escritorio donde nos encontrábamos, de caoba y vacío salvo por el ordenador que
tecleaba con frialdad ascética.
-Por
lo demás, ¿tienes pesadillas?
-Sí.
-¿Sequedad
de boca al despertar por la mañana?
-También.
-¿Temblores
en las manos o las piernas?
-No.
Sí.
-¿Estreñimiento?
-Tengo
que tomar lino todos los días.
-¿Y
el apetito? –se le descolocó el nudo de la corbata, de topos azules sobre el cuello de la camisa
blanca, por debajo de la bata. Una mosca se le posó en la punta de la nariz.
-Ha
aumentado mucho.
-Se
te ve muy delgado.
-Me
cambió el metabolismo hace un par de años, al comienzo de todo esto.
-¿Y
la libido?
-Por
los suelos.
-¿Sufres
sensación de acoso? ¿Tienes la sensación de que hay una trama en tu contra?
-Por
supuesto que sí.
Frunció
los labios hacia abajo. Especifiqué:
-Lo
que más me agobia es que la mujer que me espía no aparezca. Usted debe saber
cuándo lo hará de una vez –me constaba que Ángela se había puesto en contacto
con él.
-Yo
no sé nada –se recolocó el nudo de la corbata y la mosca despegó de su nariz.
-Me
muero de impaciencia por que dé la cara.
-¿Y
si no hubiera nadie?
-Entonces,
¿quién me hace las señales en el ordenador?
-La
mente humana es capaz de construir fantasmas a partir de la nada.
Furioso,
estuve a punto de aludir a que estaba faltando al juramento de Hipócrates.
-Claro,
¿y entonces quién me impidió conectarme a Internet durante una año?
-Nos
vemos dentro de dos semanas. Espero que siga la mejoría. ¿Tienes recetas?
Su
mirada se fijó en mi pierna derecha, que se había vuelto a disparar.
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