Estos
días me he encontrado tan bien que, desbordante de ocurrencias, he vuelto a
escribir ficción. Ayer estaba limpiando el apartamento al ritmo de la música
electrónica de los vecinos cuando me traspasó la idea germinal de escribir
sobre lo que me está ocurriendo y sintiendo un escalofrío de emoción en la
espina dorsal, abandoné la fregona para anotarlo en la libreta de apuntes.
Enardecido por la revelación durante la siesta hube de levantarme varias veces
para anotar ideas y frases enteras del primer capítulo que me sobrevenían a la
mente, y durante el paseo no dejé de detenerme aquí y allá para consignar por
escrito otros tantos hallazgos.
Presentaría
a un personaje asediado como yo por una mujer vengativa, pero después de haber
entablado una relación con ella. Es demasiado ridículo sufrir tanto como en la
realidad por una mujer que apenas conozco. He situado, pues, la acción en el
futuro que me espera junto a Ángela. Con la materia prima de tantas notas hoy
me ha resultado fácil escribir la primera sección de la novela. Además, me he
servido de fragmentos textuales de mi diario, tal es la identificación entre la
novela y la realidad de mi vida. Las frases han fluido con facilidad en mi
pluma y he recobrado todo mi orgullo y dignidad de creador. He volcado sobre el
texto toda la energía que antes utilizaba en lamentar la ausencia de Ángela.
No
me basta con escribir en este diario lo que me está ocurriendo, necesito
sublimar los hechos en un escrito de ficción. De este modo, revierto la
situación a mi favor y transformo en arte tanto sufrimiento. Escribir es la
mejor manera de esperar a Ángela. Escribiré cada mañana, después de trabajar en
mi diario. De todas formas, la ausencia de novedades en mi vida inclina la
balanza hacia la ficción. Titularé la novela El Asedio, tal y como la primera
entrada del diario. La publicaré en el blog. Siempre habrá curiosos interesados
en su lectura.
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