Después de los truenos
del miedo, de las tenazas de la culpa,
de que como una perra
temieras la llegada de cada tormenta
y odiaras los
relámpagos del placer, el rojo pasión, los besos azules, Marnie,
después de tantas
pesadillas larvadas en la lápida de tu soledad,
y de que como fetiches
amaras llaves y cajas fuertes, claves y cajones,
cerraduras y
combinaciones, gavetas y consignas, clavijas, secreteres,
después de tantas
mutaciones de nombre y de pasado, de carácter y peinado,
como una frígida
prostituta que se maquillara la mente para cada cliente,
Marnie, querida
impostora, bella ladrona, la mejor embustera,
después de que con cada
robo te vengaras de los hombres, sucios pagadores,
después de ser la
esclava que acataba las vergüenzas de tu madre,
después de que
sublimaras tu represión en la pasión por un caballo,
después de haberme
robado a mí,
ahora, Marnie, soy el
responsable de ti,
me han deslumbrado la
luz de luna que brilla en tu silencio,
el resplandor de tu
voz, el fulgor de tu visión,
soy un cazador cazado,
un entomólogo por los alfileres de tus ojos clavado,
zoólogo disecado por un
animal salvaje de rara de especie, mantis-Marnie,
ya no es curiosidad al
sol sino el viento del amor, soledad si no estás tú,
ahora soy yo o la
policía: Marnie, eres mía,
ya mi esposa, maniatada
a mí, no podrás robarte de lo tuyo, a ti misma,
amordazaré tus miedos,
te liberaré a la fuerza, te ataré a la libertad,
te negaré para
afirmarte, te anularé para recrearte, te mataré a felicidad,
desentrañaré tu clave,
desvelaré el código de tu conducta,
como una caja de
caudales abriré el secreto de tu cerebro,
descubriré el doble
fondo de tu propósito,
descifraré tus enigmas
y seré el primero en tentar de tu bolso o monedero,
de tu tesoro,
el forro íntimo
acolchado de seda y terciopelo.
Hubo una madre barata,
una niña mayor, un marinero atroz
al que has soñado que
matabas con un atizador,
y cada noche aún llama
para manchar con su sangre el olor del calor
y de espliego de tus
sábanas y de tu madre
que aún te guarda odio
por ser testigo de su oprobio,
hubo un marinero atroz
y hay un sincero manipulador, un mentiroso mentor,
un noble violador,
yo,
lo reconozco fluyendo
en el río del sueño,
en lo profundo oscuro
del lecho, entre monstruos y helechos,
al fondo de la corriente
de lo no-enunciado, lo hurtado a lo dicho,
yo, un fetichista
fascinado por una ladrona que no me deja tocarla,
un analista en fase
anal que sufre un patológico instinto de posesión,
no de protección,
el inventor de la
terapia como vampirización, dominación,
el viejo maestro de
toda la vida, que se aprovecha de su pupila desvalida.
Los gladiolos
desangrados en las sábanas vírgenes,
los truenos del miedo
de una niña
las voces
sanguinolentas del marinero que llama.
No hay miedo tan fiero
como el de los poetas y las niñas,
el de los enamorados.
Me precipito por una
grieta que surca el hielo de tu cuerpo
y crece exacto como el
corte de un bisturí, ahora una cicatriz:
nos curaremos uno al
otro, Marnie, del otro cada uno espejo feliz.
No es de los mejores Hitchcock, pero se ve. Un final feliz falso, como Sospecha.
ResponderEliminarSoy más generoso que tú con ella, está rodada en su mejor época, tiene su típica poesía en imágenes (aunque con la chapuza de las transparencias) y aún cuenta con el gran Herrmann.
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