Para un fanático de la serie
negra como yo el visionado de La máscara
de Dimitrios ha supuesto un auténtico placer que me ha servido para
experimentar un pequeño y breve viaje hacia el lugar de mi memoria donde guardo
aquellas películas que dictaron los mandamientos que asentaron al cine negro
como uno de los fundamentales de la historia del arte cinematográfico.
Sin embargo, La máscara de
Dimitrios es una película de serie negra singular dotada de un misterioso
ambiente novelesco pleno de ácido cinismo, adquirido gracias a la espléndida
guionización llevada a cabo de la mítica novela de Eric Ambler en la que se
basa el film, que centra la atención más
en el estudio de personajes que en la propia investigación detectivesca,
aspecto éste último habitual en las
producciones típicamente norteamericanas. Y es que la película presenta una atmósfera
más próxima al cine europeo de entre-guerras que a la perteneciente al cine
norteamericano motivado ello por la presencia en el equipo de producción de
buena parte de los técnicos y profesionales del Viejo Continente que emigraron
a EEUU tras la explosión de la II Guerra Mundial.
Negulesco, un rumano asentado en
EEUU, aporta a la cinta un ambiente muy europeo recorriendo en el breve espacio
de tiempo de la hora y media del metraje parte de las principales ciudades del
centro y este de Europa, describiendo con todo lujo de detalles la etnografía,
los ambientes taciturnos del vodevil y cabaret europeo así como el talante caballeroso y decadente de los espías y criminales
de la vieja Europa, los cuales empiezan a observar como su sitio es fagocitado
por el sediento carácter pleno de codicia, frialdad y carente de escrúpulos de
una nueva generación de maleantes (representada por Dimitrios), lo cual sirve
para esgrimir una acertada metáfora acerca de los inquietantes e inmorales
atributos presentes en los Gobernantes y grupos de poder europeos que
desgraciadamente provocaron el
desencadenamiento de la Gran Guerra Mundial.
Podríamos calificar a La máscara
de Dimitrios como el Ciudadano Kane del cine negro. Y es que la cinta de
Negulesco toma como referencia a la obra maestra de Orson Welles para plantear
un esquema narrativo en el que un escritor (en lugar del periodista de la obra
de Welles) trata de poner en orden la vida pasada de un criminal hallado
misteriosamente muerto (Dimitrios sería la representación de Kane) a través de pequeños flash – back relatados
por una serie de personajes que cruzaron en el pasado sus destinos con el del
fallecido, de modo que a través de estas pequeñas epopeyas que describen las
sombras (no hay lugar para las luces en Dimitrios) del criminal, se dará forma a un complejo puzzle laberíntico
iniciado por el curioso escritor protagonista en el que se demostrará que los
acontecimientos no son tan claros como a simple vista parecen.
El recurso
paradigmático planteado en La máscara de Dimitrios basado en reconstruir las
vivencias de un personaje hallado muerto ha sido abrazado posteriormente en
multitud de películas de serie negra, como por ejemplo el Forajidos de Robert
Siodmark (basado a su vez en una novela corta de Hemingway), El crepúsculo de los Dioses de
Billy Wilder o sin ir más lejos la reciente Sospechosos habituales, película en
la que hallo numerosos puntos de conexión con la referencial cinta de Negulesco
tanto en el fondo como en la forma lo cual demuestra que la magnífica Dimitrios
sigue manteniendo la frescura y modernidad necesaria para que las nuevas
generaciones se sientan atraídas hacia su mensaje.
Llama poderosamente la atención
que el protagonista de La máscara de Dimitrios no es un detective o policía que
trata de averiguar quien es el asesino de un acaudalado hombre de negocios,
sino que las tornas se revierten de forma que el protagonista es un mediocre
escritor de novelas de misterio que en busca de una trama que pueda servir para
su próximo libro, decide iniciar una exótica e internacional investigación para
conocer la personalidad y actividades llevadas a cabo por un conocido asesino y
criminal que supuestamente ha sido asesinado en una playa turca.
Con una simple secuencia bucólica
Negulesco marca las pautas y el tono que va a adoptar la cinta. Así la cinta
comienza con un poderoso plano exterior en el que una risueña mujer localiza en
la orilla del Bósforo el cadáver de un hombre. La identificación policial induce
a pensar que el muerto ostenta la
personalidad de Dimitrios Makropoulos, un pérfido espía que parece haber
encontrado la horma de su zapato.
El coronel de la policía turca
encargado de la investigación, una vez archivado el caso, acudirá a una fiesta
en la que conoce a un escritor holandés de novelas pulp de escasa calidad
llamado Cornelius Leyden (Peter Lorre). Fascinado por la presencia de Leyden,
el coronel narrará al escritor la historia del hallazgo del cadáver de
Dimitrios, rememorando a su vez la historia de cómo conoció a Dimitrios, en los años en que éste no era más que un vulgar comerciante de higos al que su
codicia y maldad le llevaron a integrarse en una banda de contrabandistas,
viéndose obligado a huir del país hacia un lugar desconocido de Europa tras
asesinar al jefe de la cuadrilla.
Tras escuchar atentamente la
narración del policía, Leyden decidirá reconstruir la vida de Dimitrios con el
fin de obtener un buen material para plasmar en su próxima novela. Así Leyden
viajará a Atenas siguiendo la pista de los actos delictivos cometidos por
Dimitrios registrados en los archivos
criminales. La información conseguida en Atenas trasladará a Leyden a Sofía. En
el tren que le transporta a Sofía, Leyden conocerá al inquietante Peters, un
siniestro personaje el cual parece interesarse por la investigación iniciada
por el autor de novelas policíacas.
Leyden descubrirá que Peters es
un antiguo colaborador de Dimitrios que fue traicionado por el maleante y que
para más INRI está convencido de que el antiguo espía aún está vivo. De este
modo Peters ofrecerá su ayuda a Leyden con objeto de que el escritor continúe
con su recopilación de información, pero a la vez con el aprovechado interés de
poder hallar el paradero del supuestamente muerto Dimitrios. ¿Tendrá razón
Peters y Dimitrios seguirá vivo o simplemente sus creencias son los delirios de
un hombre sediento por el odio y los deseos de venganza?
Sin duda, Negulesco elabora un
cocktail entretenido revestido por un cierto halo de cine de autor en el que resulta fácil identificar las características
del cine esculpido a principios de los años cuarenta en los estudios Warner
BROS. De hecho la película cuenta como co-protagonistas con una de las parejas
de secundarios de oro del cine negro de
la Warner, compuesta por los inquietantes Peter Lorre y Sydney Greenstreet los
cuales compartieron rodaje en unas cuantas cintas del estudio, siendo sin duda
las más conocidas entre los aficionados al cine Casablanca y El halcón maltés.
La ausencia de actores de
renombre es otro de los aspectos que convierten a la película en una especial
rareza. El peso de la trama descansa en el triángulo equilátero dibujado por
los personajes de Lorre y Greestreet (que bordan sus respectivos personajes) y
el bosquejado por Zachary Scott que se muestra tenebrosamente inquietante como
el maléfico Dimitrios. El vacío de estrellas de relumbrón en el casting así
como la atmósfera crepuscular del relato
otorga de un hipnotizador realismo el dibujo de las distintas
personalidades que habitan la trama.
Por último, no podemos dejar de
reseñar la importancia que el texto de Eric Ambler aporta al resultado final del film. La película es una
novela filmada en imágenes siendo esto un auténtico deleite para los amantes de
la literatura negra. Ambler fue igualmente adaptado en pantalla en las geniales
Topkapi (adaptación de su novela La luz del día) y en ese experimento de Orson
Welles que fue Estambul (adaptación de la novela Viaje al miedo llevado a cabo
por la Mercury). Para mi gusto, La máscara de Dimitrios es la mejor adaptación
efectuada en cine del universo de Ambler y por ello una pieza que no pueden
perderse los incondicionales del novelista británico. Pocas películas clásicas
ostentan una trama tan oscura, compleja y referencial como la que hace gala
esta maravillosa muestra de cine negro europeo realizado en EEUU.
Autor: Rubén Redondo.
Autor: Rubén Redondo.
Excelente texto, Rubén, que incita a ver a una peli de esas que destacan por un magnetismo particular que escapa a calificaciones convencionales, y que vale más por lo que evoca que por lo que cuenta. Intentaré proveerme de una copia y disfrutarla.
ResponderEliminarSaludos y hasta pronto.
Te lo agradezco en nombre de Rubén. Es cierto que la ambientación es esencial en la película, pero a mí también la trama me parece vibrante. Saludos.
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