sábado, 7 de diciembre de 2013

LA MÁSCARA DE DIMITRIOS


                 

Para un fanático de la serie negra como yo el visionado de La máscara de Dimitrios ha supuesto un auténtico placer que me ha servido para experimentar un pequeño y breve viaje hacia el lugar de mi memoria donde guardo aquellas películas que dictaron los mandamientos que asentaron al cine negro como uno de los fundamentales de la historia del arte cinematográfico.

Sin embargo, La máscara de Dimitrios es una película de serie negra singular dotada de un misterioso ambiente novelesco pleno de ácido cinismo, adquirido gracias a la espléndida guionización llevada a cabo de la mítica novela de Eric Ambler en la que se basa el film,  que centra la atención más en el estudio de personajes que en la propia investigación detectivesca, aspecto éste último  habitual en las producciones típicamente norteamericanas. Y es que la película presenta una atmósfera más próxima al cine europeo de entre-guerras que a la perteneciente al cine norteamericano motivado ello por la presencia en el equipo de producción de buena parte de los técnicos y profesionales del Viejo Continente que emigraron a EEUU tras la explosión de la II Guerra Mundial. 

Negulesco, un rumano asentado en EEUU, aporta a la cinta un ambiente muy europeo recorriendo en el breve espacio de tiempo de la hora y media del metraje parte de las principales ciudades del centro y este de Europa, describiendo con todo lujo de detalles la etnografía, los ambientes taciturnos del vodevil y cabaret europeo así como el talante  caballeroso y decadente de los espías y criminales de la vieja Europa, los cuales empiezan a observar como su sitio es fagocitado por el sediento carácter pleno de codicia, frialdad y carente de escrúpulos de una nueva generación de maleantes (representada por Dimitrios), lo cual sirve para esgrimir una acertada metáfora acerca de los inquietantes e inmorales atributos presentes en los Gobernantes y grupos de poder europeos que desgraciadamente  provocaron el desencadenamiento de la Gran Guerra Mundial.

Podríamos calificar a La máscara de Dimitrios como el Ciudadano Kane del cine negro. Y es que la cinta de Negulesco toma como referencia a la obra maestra de Orson Welles para plantear un esquema narrativo en el que un escritor (en lugar del periodista de la obra de Welles) trata de poner en orden la vida pasada de un criminal hallado misteriosamente muerto (Dimitrios sería la representación de Kane) a través de pequeños flash – back relatados por una serie de personajes que cruzaron en el pasado sus destinos con el del fallecido, de modo que a través de estas pequeñas epopeyas que describen las sombras (no hay lugar para las luces en Dimitrios) del criminal, se dará forma a un complejo puzzle laberíntico iniciado por el curioso escritor protagonista en el que se demostrará que los acontecimientos no son tan claros como a simple vista parecen.

El recurso paradigmático planteado en La máscara de Dimitrios basado en reconstruir las vivencias de un personaje hallado muerto ha sido abrazado posteriormente en multitud de películas de serie negra, como por ejemplo el Forajidos de Robert Siodmark (basado a su vez en una novela corta de  Hemingway), El crepúsculo de los Dioses de Billy Wilder o sin ir más lejos la reciente Sospechosos habituales, película en la que hallo numerosos puntos de conexión con la referencial cinta de Negulesco tanto en el fondo como en la forma lo cual demuestra que la magnífica Dimitrios sigue manteniendo la frescura y modernidad necesaria para que las nuevas generaciones se sientan atraídas hacia su mensaje.

                   

Llama poderosamente la atención que el protagonista de La máscara de Dimitrios no es un detective o policía que trata de averiguar quien es el asesino de un acaudalado hombre de negocios, sino que las tornas se revierten de forma que el protagonista es un mediocre escritor de novelas de misterio que en busca de una trama que pueda servir para su próximo libro, decide iniciar una exótica e internacional investigación para conocer la personalidad y actividades llevadas a cabo por un conocido asesino y criminal que supuestamente ha sido asesinado en una playa turca.

Con una simple secuencia bucólica Negulesco marca las pautas y el tono que va a adoptar la cinta. Así la cinta comienza con un poderoso plano exterior en el que una risueña mujer localiza en la orilla del Bósforo el cadáver de un hombre. La identificación policial induce a pensar que el muerto ostenta la personalidad de Dimitrios Makropoulos, un pérfido espía que parece haber encontrado la horma de su zapato.

El coronel de la policía turca encargado de la investigación, una vez archivado el caso, acudirá a una fiesta en la que conoce a un escritor holandés de novelas pulp de escasa calidad llamado Cornelius Leyden (Peter Lorre). Fascinado por la presencia de Leyden, el coronel narrará al escritor la historia del hallazgo del cadáver de Dimitrios, rememorando a su vez la historia de cómo conoció a Dimitrios, en los años en que éste no era más que un vulgar comerciante de higos al que su codicia y maldad le llevaron a integrarse en una banda de contrabandistas, viéndose obligado a huir del país hacia un lugar desconocido de Europa tras asesinar al jefe de la cuadrilla.

Tras escuchar atentamente la narración del policía, Leyden decidirá reconstruir la vida de Dimitrios con el fin de obtener un buen material para plasmar en su próxima novela. Así Leyden viajará a Atenas siguiendo la pista de los actos delictivos cometidos por Dimitrios registrados en los archivos criminales. La información conseguida en Atenas trasladará a Leyden a Sofía. En el tren que le transporta a Sofía, Leyden conocerá al inquietante Peters, un siniestro personaje el cual parece interesarse por la investigación iniciada por el autor de novelas policíacas.

Leyden descubrirá que Peters es un antiguo colaborador de Dimitrios que fue traicionado por el maleante y que para más INRI está convencido de que el antiguo espía aún está vivo. De este modo Peters ofrecerá su ayuda a Leyden con objeto de que el escritor continúe con su recopilación de información, pero a la vez con el aprovechado interés de poder hallar el paradero del supuestamente muerto Dimitrios. ¿Tendrá razón Peters y Dimitrios seguirá vivo o simplemente sus creencias son los delirios de un hombre sediento por el odio y los deseos de venganza?

Sin duda, Negulesco elabora un cocktail entretenido revestido por un cierto halo de cine de autor en el que  resulta fácil identificar las características del cine esculpido a principios de los años cuarenta en los estudios Warner BROS. De hecho la película cuenta como co-protagonistas con una de las parejas de  secundarios de oro del cine negro de la Warner, compuesta por los inquietantes Peter Lorre y Sydney Greenstreet los cuales compartieron rodaje en unas cuantas cintas del estudio, siendo sin duda las más conocidas entre los aficionados al cine Casablanca y El halcón maltés.

La ausencia de actores de renombre es otro de los aspectos que convierten a la película en una especial rareza. El peso de la trama descansa en el triángulo equilátero dibujado por los personajes de Lorre y Greestreet (que bordan sus respectivos personajes) y el bosquejado por Zachary Scott que se muestra tenebrosamente inquietante como el maléfico Dimitrios. El vacío de estrellas de relumbrón en el casting así como la atmósfera crepuscular del relato  otorga de un hipnotizador realismo el dibujo de las distintas personalidades que habitan la trama.

Por último, no podemos dejar de reseñar la importancia que el texto de Eric Ambler aporta al  resultado final del film. La película es una novela filmada en imágenes siendo esto un auténtico deleite para los amantes de la literatura negra. Ambler fue igualmente adaptado en pantalla en las geniales Topkapi (adaptación de su novela La luz del día) y en ese experimento de Orson Welles que fue Estambul (adaptación de la novela Viaje al miedo llevado a cabo por la Mercury). Para mi gusto, La máscara de Dimitrios es la mejor adaptación efectuada en cine del universo de Ambler y por ello una pieza que no pueden perderse los incondicionales del novelista británico. Pocas películas clásicas ostentan una trama tan oscura, compleja y referencial como la que hace gala esta maravillosa muestra de cine negro europeo realizado en EEUU.


Autor: Rubén Redondo.



2 comentarios:

  1. Excelente texto, Rubén, que incita a ver a una peli de esas que destacan por un magnetismo particular que escapa a calificaciones convencionales, y que vale más por lo que evoca que por lo que cuenta. Intentaré proveerme de una copia y disfrutarla.

    Saludos y hasta pronto.

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  2. Te lo agradezco en nombre de Rubén. Es cierto que la ambientación es esencial en la película, pero a mí también la trama me parece vibrante. Saludos.

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