Bajo esta lluvia de
confeti, Marcello, nuestras películas siguen brillando.
No te esperaba aún,
Sofía, en esta noche de cristal solo anclan los que han muerto.
En este fulgor de nieve
y oro hemos acabado como todos creían, juntos.
Lástima que aquí, en el
esplendor de los mitos, no palpite el tacto, lo físico.
La química, la reacción
de nuestra mezcla, hacía creer que éramos pareja.
Ojalá se hubiera
cumplido aquella conjunción astral que el público preveía.
La magia de la ficción
realizaba la posibilidad de nuestra unión.
Como en un mundo
paralelo estuvimos casados en el imaginario colectivo.
Desde aquí se destiñe
como una mendiga mi infancia de hambre y miedo.
Las leyendas, Sofía, no
sufrimos miserias salvo en la lente de De Sica.
Mi pubertad floreció
como una rosa en el desierto de la posguerra.
Yo tenía piernas de
alambre, y calambres, y no cosquillas, entre las costillas.
Romántico y dinámico,
Marcello, pronto fuiste el ideal del italiano medio.
Tallada de sueños como
una estatua volcánica saliste del Mediterráneo.
Te conocí en lo alto de
una escalera, no de la fama; eras un taxista, yo una ladrona.
En Cinecittà nuestra
amistad fue un cachorro leal y divertido, no hubo más.
Siempre cómplices,
amantes en dos dimensiones, en la tercera nadie me tocaba.
Sofía, sol oscuro, loba
de lava, fantasía de mirra y de la luna nueva.
Gracias: Ayer, hoy y
mañana serás un galán, jovial e intemporal.
Si aquí volvieras a
hacerme aquel striptease estas luces girarían en frenesí.
En dieciséis cintas
nuestras sombras aún ruedan como estrellas gemelas.
Sí, fuiste Mujer del
Cura, Viuda Indomable, Bella Campesina…
Y tú el donjuán de la
modernidad, sardónico, tragicómico, melancólico.
Solo un muñeco que se
movía al compás de los cambios, decía Federico.
No solo simpático o
superficial, desde Ocho y Medio un icono intelectual.
Isla vestida de mujer,
yo habría sido tu istmo a cualquier península o edad.
¡Quietas las manos!
Estamos en una intersección del tiempo con la eternidad.
Es verdad, aquí nos enfocan
luces de proyectores que no se apagan.
Somos estrellas, confórmate
con caricias al celuloide y besos al aire.
En estos destellos de
gloria añoro los canelones, los cigarrillos, tu carne.
Contra un fondo en
blanco y negro brillamos, pareja del cine italiano.
Un Matrimonio a la
Italiana, al menos nadie recordará a tu marido Carlo.
También él brillará con
letras de oro, el penúltimo en los títulos de crédito.
Repito, ojalá el lujo
de nuestro idilio no hubiera sido solo cinematográfico.
Tenías a la Deneuve y a
la Cardinale, por no hablar de tu mujer.
Cary Grant y Marlon
Brando deshojaron sus esperanzas a tus pies.
Como no fui hija de
nadie, quería que mis hijos tuvieran una madre.
Espero que tardes en
volver, ciao, te guardaré un sitio a mi lado.
Has vencido al tiempo,
en esta tela de fantasía y lentejuelas.
Aquí te espero, mujer
más bella que Italia, que la vida.
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