Entre el crujido de las
sillas y los rumores de las conversaciones de los alumnos, Philip salió el
primero de la clase y casi corrió hacia su despacho en el Departamento de
Historia del Cine. Antes de la cena en que conocería a sus futuros suegros,
necesitaba escribir otro capítulo de su monografía sobre la influencia del
expresionismo en el cine negro americano.
Se encerró, abrió la
ventana sobre un campus donde la animación de los viernes corría como un perro
sobre la hierba, y encendió el ordenador y la pipa. Junto al teclado había una carta remitida por la revista Sight and Sound al profesor titular
(¡aún no sabían que era catedrático!) Philip Jones, en la que le pedían los
nombres de los que considerase cinco actores más representativos de la historia
de Hollywood. Philip se mesó la barba lamentando haber recibido aquella enésima
encuesta destinada a confeccionar una más de las típicas listas que él tanto deploraba;
para colmo se la pedían por orden, del uno al cinco.
Para dejar a UCLA en
buen lugar y librarse cuanto antes del compromiso, se apresuró a contestar.
Dejando el evidente primer puesto para el final, meditó sobre los otros y
apenas con unos segundos de intervalo fue escribiéndolos: Cary Grant, Henry
Fonda, Marlon Brando y Jack Lemmon. Cuando se disponía a rellenar el hueco que
había dejado en blanco con el consabido primer nombre, se quedó pensativo
observando las aromáticas volutas y cornucopias de humo, donde se fue sustanciando el semblante de tal actor. Su enjuto rostro parecía desbordado por la nobleza
y la plenitud de sus rasgos, y a su través se traslucían una variada gama de
emociones, sentimientos que como las nubes y el sol sobre un paisaje cruzaban
por una cara que los reflejaba con cabal autenticidad, sin por ello ceder ni un
ápice de la reserva de confianza y valor capaces de controlar aquellas
emociones como el capitán de un barco en apuros.
Philip lo recordó en
una de sus primeras actuaciones, que ya lo convirtieron en el depositario de
los ideales colectivos, en la viva imagen de una integridad que tenía la misma
talla de sus ciento noventa y un centímetros. Incorporaba a un congresista
novato que llegaba a Washington pletórico de fe en los principios democráticos
de los Padres Fundadores y que tenía que afrontar una trama de corrupción política
que pretendía enredarlo en su telaraña. Philip siempre votaba a los demócratas,
pero reconoció que sus amigos republicanos también se identificaban con los valores que aquel joven defendía hasta el agotamiento de sus fuerzas.
Incluso los colegas europeos con los que se emborrachaba en los cursos de
verano españoles, ya fueran socialdemócratas o conservadores, coincidían en
señalar la tolerancia y la honestidad que se desprendían del rictus de aquel
actor como los principios que a todos les habían inculcado sus padres.
La timidez de aquel
ingenuo político que le tartamudeaba a la hija del congresista corrupto, por
contraste le recordó a Philip la desenvoltura de otro personaje, el periodista
literato que junto con la compañera de redacción de una revista se hacían
invitar a cierta boda de la nobleza para lograr la exclusiva. Se trataba de una
de las mejores comedias de Hollywood, acaso solo comparable a La Fiera de mi
Niña. Con toda su desconfianza hacia la alta sociedad, el protagonista se enamoraba
de la contrayente, una joven heredera, y tras una serie de equívocos que como perlas se ensartaban en un brillante guión, se acababa casando con su colega.
La cámara en miniatura
que ésta llevaba escondida le evocó a Philip aquella otra tan distinta, con
flash y teleobjetivo, el instrumento de trabajo del reportero que, con la
pierna escayolada, disipaba su aburrimiento ante una ventana orientada a un
patio de vecinos, otro de los memorables papeles, muchos años después, de aquel
mítico actor. Aunque en apariencia era una película de suspense, a otro nivel
de significado la obra se articulaba como una reflexión sobre la mirada, una
posible metáfora del propio cine.
A Philip le gustó
recordar que en su tesis doctoral señaló que la sucesión plano-contraplano
entre las imágenes subjetivas del vecindario y el rostro del protagonista, sin
que éste tuviera que hacer ningún alarde expresivo, lograba transmitir al
espectador el efecto que las primeras provocaban en el sujeto que las
percibía: curiosidad, aburrimiento, deseo… Era una actualización del valor del
montaje, que ya habían probado los cineastas soviéticos.
Precisamente la
sobriedad y la contención, que le permitían conservar el margen suficiente para
dramatizar con credibilidad en los momentos climáticos, eran las
características esenciales del actor cuyo nombre aquel viernes Philip
olvidó escribir en la carta, ya que saliéndose del documento de Word donde
guardaba su monografía y bajando la persiana, se dispuso a ver por quincuagesimoquinta
vez (él solo sabía que serían más de treinta) La Ventana Indiscreta. Que el estudio del cine fuera
su profesión no le había hecho perder ni una chispa de su
entusiasmo por las películas.
Aquello le costó llegar
a los postres de la cena con aquel matrimonio de ancianos que ya no serían sus
suegros, incumplir la fecha de entrega de una monografía que aún no se ha
publicado, e ignorar para siempre que, aunque para indignación del redactor de
Sight and Sound, a falta del primer nombre, su lista había llegado incompleta y
no habían contado sus votos, de todos modos había ganado la encuesta el actor
fetiche de Capra, Hitchcock, Ford o Mann, aquél que Philip hubiera querido
tener como amigo o hermano mayor, y que pese a no haberlo conocido ya era como
de la casa: James Stewart.
¡Hola Cinéfilo! Te he nominado para el Liebster Award.
ResponderEliminarAquí lo explico todo: http://sinanestesia-sanchez.blogspot.com.es/2013/07/liebster-award_9.html
Saludos ;)
Gracias, Luis, un honor que te hayas acordado del cinéfilo!
EliminarGrnde. No sé si el mejor, porque como sabes soy muy egocéntrico, pero sí el que tiene mejor filmografía, siempre lo he dicho. Por títulos y variedad de géneros. Uno de los más grandes.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, tú, Cary, y Jimmy estáis en la cima. Con varios más, a esos niveles no hay criterios objetivos para distinguir. En este post solo me hago eco de la opinión de mi amigo Philip, el profesor de UCLA.
EliminarBuenas Tardes! Te he nombrado entre los once blogs a leer en el Premio Liebster Award para difundir la lectura de blogs, http://sofialunaticainfinita.blogspot.com.ar/ aquí más información. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Sofía, es un orgullo que te hayas acordado de mí. Nos leemos!
Eliminar