Negro es como la
sombra el poder,
de terciopelo el
placer de acariciarlo, una adicción como beber,
lo tuyo es sed
de gloria, Willie, una borrachera de éxito,
estás solo y
ebrio, no sobrio y solitario como yo
antes de que tus
ansias de gloria usurparan mi carácter:
soy Mr. Starks,
el granjero que
se granjeaba el favor y la amistad,
y como a un
cerdo solo te arrojaba la sobras, sombras, de mi personalidad,
cuando aún
revolcabas tu orgullo en el lodazal,
apenas habías
contraído el germen de la ambición,
y era solo una
larva tu afán de dominación.
Un relámpago de
tiniebla te congela en el palacio de gobernador,
el flash te deja
lívido y funerario, ciego de magnesio,
huésped del
mármol y los brocados, tú, mi parásito,
amaestrando tus
serpientes para que repten por las fallas de otras vidas,
azuzando a tus
sabuesos contra los miedos de los antiguos amos:
solo has venido
a sustituirlos con la coartada de sus pecados.
Tras de ti van
quedando tus víctimas en los caminos del tiempo,
tras de ti las alpargatas
y el arado, el calor y las penalidades,
la noria de las
estaciones, las nubes de polvo de las ilusiones,
el condado que
recorriste con una Biblia, la bandera y la verdad,
tras de ti el
humo de tus sueños, el rastro de la sangre de tu inocencia,
la escuela en
cuyas ruinas quienes no te creyeron enterraron a sus hijos,
los primeros
hitos de tu carrera, Willie, ya te alimentaba demasiado,
como un domador
te arrojaba tajadas, fiera insaciable,
aún te dominaba
yo, Mr. Starks, el humilde sin vanidad,
pero en mi
interior crecías como un feto o un cáncer, una solitaria,
tú, mi ego de
demagogo.
Hambriento es
como el amor el poder,
omnímodo y
omnívoro, como todo homínido.
De tu palabra
surge la obra, del mal el bien,
de la corrupción
los hospitales, del cohecho las universidades,
de la
explotación del hombre los embalses,
desde tu trono
observas el horizonte, al sur quedaron tus dones,
tras de ti tu
valentía de toro, tu cruzada contra la prevaricación,
las cimas de la
rabia, el valle mortal de la Gran Depresión,
los discursos de
paja de un candidato de cartón piedra,
tras de ti tus
mentiras verdaderas, tu demagogia sincera,
las noches en
blanco fantaseando con que eras aclamado,
tras de ti el
sabotaje y el chantaje, las calumnias que hiciste tuyas
cuando
aprendiste las artes del verdugo en cabeza propia.
Al fin
penetraste en la noche de los poderosos,
a precio de oro
te compraron las semillas de tus palabras
para que
germinaran como trigo incluso en el secano,
para que las cultivaras
como una fruta que a todos les gusta,
para que tras la
campaña las cosecharas en forma de votos,
con el fuego de
tu ira forjaste el martillo de lo antiguo,
como a
cortesanas cortejaste a descorteses apellidos ilustres,
contrataste como
guardianes a quienes antes guardabas y aguardabas,
el mafioso Tiny
Duffy, la sádica Sadie, el enano Sugar oloroso a pólvora,
y bajo tu mando
todo el estado empezó a parecerse a ti,
la gente contaba
tus chistes, se fabricaban tus productos favoritos,
te nombraban los
estadios, las autopistas, incluso el aeropuerto,
hasta el mapa
reproducía el perfil de tu cara terca y porcina,
y entonces,
Willie, aparte de comer empecé a darte de beber,
eras adicto al
amor, al poder, al alcohol,
ávido del aire a
mí no me dejabas respirar, al antiguo Mr. Starks.
Y en las cloacas
los mendigos lloraban por tus pérdidas en la ruleta,
las beatas
pedían por ti, los brujos te invocaban,
si tú silbabas
se apagaba para siempre la ventana de alguna anciana,
cada vez que te
saltabas la cena un niño contraía la difteria,
cuando te
enfadabas una tormenta purificaba los barrios bajos,
vulgar ídolo del
vulgo tallado a su imagen y semejanza,
depositario de
la ilusión colectiva, custodio de su confianza,
todos te
bendecían y adoraban menos yo, el primitivo Mr. Starks,
por ti, Willie,
incorporado, abducido, impostado,
ya no me
reconocen los perros, ni mi esposa, mi hijo, ni mi viejo:
casi me ha
devorado el monstruo ciego de tu orgullo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario