La vida cinematográfica del gran maestro del surrealismo cinematográfico deambulaba sin rumbo fijo a mediados de la década de los cuarenta entre rígidos cargos en el MOMA y estudios de doblaje en la Warner BROS cuando en un momento de lucidez resolvió abandonar en 1946 el país de las barras y estrellas para establecerse en México. El país centroamericano vivía por aquel entonces su bien llamada época de cine de oro con maestros como Emilio El Indio Fernández, Roberto Gavaldón y Fernando de Fuentes en pleno esplendor creativo. Con esta decisión el genio de Calanda encontró la libertad necesaria para dejar brotar su enorme talento e iniciar un camino plagado de obras maestras.
Si bien su
primer film en México fue un producto de encargo con Jorge Negrete y Libertad
Lamarque (Gran Casino), no tardó en dotar a sus criaturas mexicanas de un
inconfundible sello personal caracterizado por su obsesión por el sexo, la
religión y la muerte, su adoración al Marqués de Sade, su pesimismo cruel, su
misoginia y tras una primera etapa más moderada dentro de los cánones del
melodrama clásico mexicano logró explotar su vertiente más surrealista en
películas como Nazarín, Simón del Desierto, Viridiana (a la que considero tan
mexicana como española) y El ángel exterminador.
Susana forma parte
de los llamados trabajos comerciales que Buñuel decidió filmar tras el enorme
éxito mundial de Los olvidados. Gran parte de la culpa de la realización de la
película la tuvo el mítico actor mexicano Fernando Soler, divo del cine de oro
que ya había coincidido con el cineasta español en El Gran Calavera. Considerada
una obra menor alejada del cine más personal del maestro aragonés, Buñuel supo
plasmar todo su arte y dominio de la técnica para rodar una película notable poseedora
de una fogosa intensidad en la que afloraban los instintos más bajos del ser
humano.
Es fácil
identificar en la película las principales características del gran melodrama
mexicano distinguido por la presencia en el argumento de una temperamental y
ambiciosa mujer fatal que perturba la tranquilidad de una familia acomodada a
través de un juego de seducción en el que acabarán cayendo todos los miembros
masculinos que forman el ambiente hogareño. Sin embargo Buñuel, optó por no seguir
los patrones convencionales del género, concediendo a la historia un
personalísimo sentido del humor, casi satírico, adornado por una marcada presencia del sexo
como motor que mueve los hilos de las actuaciones humanas.
La sinopsis
podemos resumirla de la siguiente manera: Tras una noche tormentosa, Susana una
atractiva joven que se encuentra recluida en prisión, logra escapar de su
cautiverio rompiendo las rejas que la privaban de libertad. En su huida
carcelaria, acabará recalando en el rancho de la familia de Don Guadalupe, un
acaudalado y honesto terrateniente que vive con su tradicional esposa Doña
Carmen y su sobreprotegido hijo Alberto. La casa también cuenta con la
presencia de la desconfiada criada Doña Felisa y del fogoso capataz Jesús, la
mano derecha de la familia que se encarga de resolver todos los conflictos
laborales con eficacia y fidelidad.
Desconociendo la verdadera procedencia de la recién llegada, la familia acogerá a Susana a la que ven como una pobre muchacha que necesita desesperadamente ayuda. Susana utilizará la adulación para ganarse la confianza de Doña Carmen, traicionando la cordialidad de la matriarca para seducir lentamente a los hombres que habitan la finca.
La joven
empezará su juego de conquista con el bisoño Alberto al que apresa adulando su
inteligencia, hará el amor con el puro macho Jesús y terminará asediando a la pieza
mayor del coto de caza, es decir, Don Guadalupe. El patriarca no podrá contener
su pulsión sexual tras observar las maravillosas y estilizadas piernas de Susana,
que en un arranque de fingimiento no dudará en destaparlas ante la presencia
del veterano cabeza de familia. De este modo el huésped se transformará en un
parásito que fagocita la rutinaria vida familiar, exteriorizando la lujuria
presente en los personajes varoniles.
En el recorrido
de la trama presenciaremos la destrucción de la pacífica convivencia familiar, el
despido de Jesús que será víctima de las artimañas de Susana para quitárselo de
en medio tras descubrir que el capataz es conocedor de su origen delictivo y asistiremos
a las perversas artimañas de Susana dirigidas a ocupar el lugar de Doña Carmen.
La película
está plagada de escenas magistrales que se quedan grabadas en la memoria, siendo
mis favoritas la de la estratagema de Susana simulando una torcedura de tobillo
para provocar sexualmente a Don Guadalupe exhibiendo sus espectaculares
piernas, la escena sádica en la que Doña Carmen castiga a latigazos a la
descarriada, los enfrentamientos entre padre e hijo que pugnan por el amor
pasional de Susana y las maravillosas escenas costumbristas protagonizadas por
la criada de la Hacienda, Doña Felisa, que con toda la sapiencia del refranero
castellano describe a la perfección los acontecimientos que están teniendo
lugar en el nicho familiar.
Buñuel emplea
la técnica del melodrama para recrear una historia misógina de pasiones
excesivas, dibujando una de las más crueles y divertidas femme fatales del
cine, huyendo de la sensiblería para construir una historia turbulenta, compleja
y tremendamente entretenida en la que rediseña los esquemas del melodrama para
llevar la trama a su sátiro terreno.
Destacable es
la académica fotografía en blanco y negro de tenebrosos cielos y magníficos
planos de exterior conjuntados con intimistas planos interiores que reflejan a
la perfección las pasiones de los personajes. Igualmente es impresionante para la vista la belleza salvaje de Rosita
Quintana, que estimula la emanación de feromonas masculinas en cada primer
plano de su agraciado cuerpo.
Si bien el
final de la película opta por el convencionalismo y el triunfo de la virtud
sobre las pasiones, Susana es un melodrama atípico, de un estilo burlesco que
no ha pasado de moda y que hará deleitarse a aquellos espectadores que deseen
disfrutar de una historia turbia dotada de un alto contenido erótico (para la
época) que bebe de los libros de picaresca del siglo de oro de la literatura
española. Una obra a descubrir para los que desconozcan el maravilloso cine
comercial de la etapa mexicana de Don Luis Buñuel Portolés.
Autor: Rubén Redondo.
Autor: Rubén Redondo.
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