viernes, 26 de abril de 2019

EL ASEDIO: El aliado.


       Resultado de imagen de delacroix obras

-Hablemos aquí adentro. Hay que impedir que la gentuza de Malatesta sepa que tienes ayuda.
Enrarecía el ambiente del portal una rancia penumbra de visillos ribeteados de encaje, cretona, gutapercha y vidrios esmerilados, como si filtrándose a través de las rendijas de cada puerta la atmósfera de los pisos se hubiera concentrado en el zaguán. Sobre estratos de calor acumulado por falta de ventilación, sustanciosos aromas de inmemoriales cocidos y rastros retestinados de tabaco barato, mi inesperado cómplice destilaba una esencia inspiradora de arrojo y excitación, un impulso indomeñable, la promesa de una intriga, el perfume de la aventura. Pero de aquella energía también trascendía el pasado. Llegué a creerme en la platea de un cine de la infancia o entre el público de un circo, para un niño de clase media –el hipotético inquilino de aquel edificio- estímulos evocadores de un mundo de acción. En todo caso, una puesta en escena más convincente que un juego, una travesura o una ensoñación basada en Salgari o Walter Scott. Ahora la penumbra desbordaba de expectación, olor de palomitas de maíz, risas nerviosas.
Estalló una luz estrepitosa cuyas esquirlas se me clavaron en los ojos. Ahora sí me cegaba el agotamiento del insomnio. Los pesados y gruesos párpados de mi interlocutor también me contagiaban somnolencia.
-Puede llamarme como quiera, total, cambio de nombre como de camisa. Que conste que voy a ayudarle por obligación y por devoción, por devoción a mi maestro. Para vengarlo. Voy a cargarme al Gordo y al Flaco, es como si ya estuvieran muertos, ellos o yo, así de fácil. La obligación consiste en liberar a mi patrona, Ángela Mayo, la que nos contrató para librarle de esos asesinos, los verdugos de mi maestro. Su nombre sí se lo voy a decir, pasará a la historia como el mejor detective de este país, el primero que incorporó las artes interpretativas al oficio: Guillermo Oliver. Olivier debería llamarse, como sir Lawrence. Para mí es un honor sucederlo como tu ángel de la guarda.
Pronto se apagaron las tres barras fluorescentes del portal. La oscuridad volvió a recordarme los viejos cines y aquel joven a representar el circo. Aunque ahora, más que la aventura o la ilusión, se me evidenciaban el aburrimiento de los taquilleros, la sorda tristeza de los payasos, el sudor trashumante de los feriantes, el cansancio de los acomodadores. La linterna de uno de éstos volvió a deslumbrarme. El discípulo del hombre de las mil caras había vuelto a encender la luz.
-Sí, su chica contrató a mi maestro para que le cuidara cuando vio que le seguían esos dos matones. Lo pasó fatal la primera vez que a través de su maquinita los vio atacarle y recurrió a él. Se llevó un buen susto, creyó presenciar su asesinato en directo, como si lo viera por la tele pero sin tiempo de hacer nada. Luego lo mandó a traerle de vuelta del pueblo. Le encontró allí por indicación de su madre, suponía que se habría escondido en la casona. Desde entonces le ha perdido la pista… ¿Cuánto le han pedido de rescate?
-Dieciocho mil. Lo mismo que les debía. La verdad es que no han aumentado con intereses ni por el secuestro en sí.
-Pues prepare el dinero. En cuanto los liquide podrá recuperarlo.
-Estoy pelado y no tengo acceso a las cuentas de ella.
-Qué pareja tan rara son. ¿Tiene el mensaje?
Esta vez encendió la luz en cuanto se apagó. Aquella luz me incomodaba, y aunque duraba poco él no paraba de prenderla. Iluminados por su potencia inusitada en una barra, los rincones del portal parecían herirme, se me clavaban sus ángulos, aristas, vértices. Mientras subíamos al rellano del primero para evitar a los vecinos que en el ascensor bajaban del cuarto, confesó sentirse aliviado por mi colaboración. Había dudado que yo quisiera salvar a Ángela. Admití que me había equivocado con ella y que era más afortunado de lo que pensaba. A continuación estableció los requisitos indispensables para nuestro éxito, contando cada condición con uno de sus largos y huesudos dedos:
-Primero: En cuanto al dinero, bastará con que envuelva un periódico en varias bolsas. Empaquételo varias veces y embróllelo bien, para que tarden lo suficiente en descubrirlo. Lo mete todo en un maletín. Segundo: no quiero que intervenga la bofia. Sería peligroso para ella e impedirían mi venganza.
-Tranquilo, de la nota no saben nada. Al principio los llamé porque estaba desesperado.
-Tercero: Me voy ahora mismo a estudiar la calle Olmo hasta el último recoveco –bajo las persianas de sus párpados las rendijas de los ojos abarcaron la nota de los secuestradores como si fuera un plano de la calle-… Paso a contarle el plan. Será un homenaje a mi maestro, lo mismo que él hubiera hecho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario