sábado, 2 de febrero de 2019

EL ASEDIO: La cajera.


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-Hola; muy buenos días; qué tal.
Acostumbrado a que a través de los ángulos de los raídos visillos de las ventanas ciegas, con el distanciamiento del escepticismo o la decepción del desengaño, desde su helada soledad solo me observaran los fantasmas de mi calle, o a que como mucho sus sombras sin cuerpo como las de los pájaros o de las ramas de los castaños al viento se agitaran en las tapias descascaradas y fachadas en ruinas, me alarma el trémolo del triple saludo con tono de balido. Aún más fuerte es el contraste entre la inmaterialidad de los espíritus de la calle y la carnalidad cálida y tornasolada, fluida y tornasolada, fluvial, estival, de la rubia cajera del minimercado. Su blusa alba, por fuera de los tejanos rasgados, impone su textura de lirio y miel blanca, su frescor de haya palpitante de brisa y savia, su fulgor de madura espiga, su esplendor de uva clara y de oro al sol. El doloroso arrebato de su armonía y su carácter de fuente de vida, la cornucopia de su cuerpo de Venus coronada por la cabeza de oveja, la confirman como diosa mitológica.
-No te conocía fuera de la caja. Pareces otra.
-Abrimos en cinco minutos. Salus estará levantando la persiana.
-Hoy no me toca la compra, pero te acompaño.
Lejos de la mecánica y los cálculos de la caja, y sin el uniforme, sus movimientos resultan más lentos y densos, submarinos. Su sensualidad eleva la temperatura de ambiente. Como capullos estallan en la seda los rosetones de sus cónicos pechos. Flotando por el aire la blusa recién parece haber cubierto su torso, no por recato sino para sublimar su erotismo. Obscena, explota en la boca una pompa de chicle evocadora de otras gomas.
-No sabes cuánto te lo agradezco –bala de alegría-, este pueblo está muerto. Y yo que decía que lo daría todo por un trabajo fijo. Vengo de trabajar de gogó y relaciones públicas de una discoteca, así que imagínate cómo me está sentando esto –posa su mirada en el vértice de mis pantalones, un desgastado par de tergal del abuelo a juego con una de sus raídas camisas de franela-. Y para colmo tengo que comer y dormir en la casa de mi jefe. Podría aprovechar para estudiar, pero con tanto silencio no me concentro.
-¿Qué estudias?
-Empresariales. Ya voy por primero… Me aburro y me siento en una posición falsa. A veces me parece que Salus quiere que me insinúe a los clientes. No soy ninguna puritana, pero con quien yo quiero. En cuanto cobre el primer mes pillo el bus de vuelta… ¿Me dejas una chupada?
Tardo en comprender que se refiere a la pipa de mazorca de maíz que para confirmar mi aspecto faulkneriano he recuperado de la alacena, donde yacía bocabajo sobre una taza de loza, con los incisivos del abuelo marcados en la boquilla de ámbar. Prosigue:
-Salus en un indeseable y aquí solo hay viejos. Así que imagínate el plan –nuestras caderas chocan como una colisión de planetas al instante de nuevo atraídos por fuerzas gravitatorias.
-Tiene que ser un peligro vivir con él.
-Ah, no, en ese sentido puedo estar tranquila. ¿No lo has notado?
Sufre un acceso de tos. Un intenso olor a quemado neutraliza su afrodisíaco perfume de canela entreverado con coco. Una nube de humo opaca el azul eléctrico del cielo. Me devuelve la pipa.
-Muchas gracias. Está riquísima.
-¿Y ese humo?
-¿No lo sabes? Ayer de madrugada se declaró un incendio en el pinar y no hay forma de extinguirlo. Menos mal que el asfalto hace de cortafuegos y gracias a eso lo tienen medio controlado.
Demora el paso y vuelve a rozarme su ancha cadera, esta vez percibo el calor de un glúteo, y mientras me encarece lo arduo que a los jóvenes resulta encontrar un trabajo digno, las manos de sus grises ojos me masajean el cuerpo entero, los largos dedos de sus pestañas me acarician. Por desconocimiento del lugar o para alargar la compañía se desvía por una calle que nos obligará a un rodeo. Debería invitarla a cenar en el porche las porciones de jamón y queso de que ella misma me provee, pero me inhiben el fatídico recuerdo de Victoria, aquella rubia falaz, la dificultad de romper la inercia de tres semanas de soledad y mi resistencia a profanar la virginal memoria de la casa familiar. Ahora retoma el relato de sus áridos ocios en el pueblo, una incitación a que me ocupe de fertilizarlos. Se detiene y se vuelve a mí. Parece contagiada de la costumbre de su jefe de no respetar las distancias. Erectos por el fresco, nuestros pezones se tocan. Nuestras respiraciones se mezclan, una anhelante y la otra afanosa. Siento la calidez de sus palabras antes de procesar su significado:
-Estoy hablando demasiado. Lo mismo te has hecho amigo de Salus y le vas con el cuento. Tengo mala suerte con los hombres.
-Puedes estar tranquila: me cae gordo. No le diré que te he visto fuera de la tienda.
-Será nuestro secreto. Es un pesado, yo que tú no le haría tanto caso. Siempre que le das vidilla presume de haber hablado contigo y me da envidia… Es un bicho raro, un freakie total, y desde anteayer está atacado.
-¿Qué le pasó?... Vamos a llegar tarde y te va a echar una bronca –reemprendo el camino.
-Llegó histérico a la tienda. Blanco y sin peluquín. Parecía que había visto un fantasma o que él mismo fuera el fantasma. Nunca lo había visto así.
-¿A primera hora de la tarde?
-¿Cómo lo sabes?
Inhalo una bocanada de humo y ahora soy yo el afectado por la tos. A lo lejos el resplandor del fuego flamea en las primeras bardas del pueblo.
-Dichoso fuego –me quejo con lágrimas en los ojos.
-Los vecinos alucinan, nunca han visto nada igual… Bueno, ya estamos…  Me llamo Cándida, Candy para los íntimos, ya sé que tú eres Felipe… Si necesitas algo, cualquier cosa, ya sabes dónde estoy. Hasta luego; ciao; adiós.
Mientras cruza la plaza hacia el minimercado, recuerdo la última vez que fui a un supermercado en la ciudad.
                                                                                          
                              
                                         
                                                                                                                                                                           
                                  

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